sábado, 14 de julio de 2012

Historia de Vitoria - Gasteiz - 26º capítulo



                        CAPÍTULO VIGESIMOSEXTO

                    VITORIA EN EL SIGLO XVIII



LA EXPANSIÓN NEOCLÁSICA

     El siglo XVIII  comienza con una provincia de Álava en crisis: sus aldeas despobladas, poco aprovechados sus campos, la producción agrícola había caído un 35%  , la del trigo concretamente un 42% respecto a etapas más prósperas. Además en el año 1717 , 31 de agosto,  sufrió otro revés, Felipe V ordenó, aconsejado por su ministro el cardenal Alberoni, que las aduanas situadas en el interior, entre ellas la de Vitoria, pasaran a la frontera con Francia y a los puertos de mar. Estas aduanas eran muy antiguas,están ya datadas en 1289.  Con ello Álava perdía una fuente de ingresos, además de ver suprimida junto al resto del País Vasco la condición ventajosa de "zona franca", ante los productos que llegaban del extranjero.
     Este hecho trajo distintos disturbios en el País Vasco (Machinada) al considerarlo como contrafuero, sobre todo en Vizcaya y Guipúzcoa, incluso con varios muertos, entre ellos el Diputado General de Vizcaya, Enrique de Arana y el Alcalde de Bilbao, Martín de Escoiquiz.  
    Aunque en Álava no se produjeron protestas tan violentas,  la Provincia reclamó ante la corona por este hecho. Después de cinco años fue revocada esta decisión por real decreto de 16 de diciembre de 1722. De este modo se volvía a la situación anterior, con la Aduana principal del Distrito del Cantábrico  en Vitoria, pero esto iba a constituir un aviso de lo que sucedería un siglo después, el traslado definitivo de las aduanas a Irún.
    Por otro lado, sin embargo este siglo, Álava  vio la consolidación de la Hacienda de la Diputación, aumentando su capacidad del gasto público a aspectos como los sociales de seguridad y beneficencia e inversiones en infraestructura viaria, caminos, etc., ya que  hasta entonces se habían dominado los gastos de naturaleza militar y administrativa.  
    También se vio consolidada la autonomía foral, con el derecho al "pase  foral" , el "obedézcase pero no se cumpla"  reconocido a Álava por real orden el 6 de agosto de 1703. Ello permitía a las autoridades alavesas, Juntas Generales o en ocasiones el Diputado General, a impugnar las leyes, órdenes o decretos considerados  contrarios a las libertades, usos y costumbres de los alaveses.  El "pase foral" o "uso foral"  ya era disfrutado por Guipúzcoa y Vizcaya.
   Vitoria por el contrario, durante este siglo, y en general,  ofrecía otra situación algo más favorable que la Provincia, aunque al ralentí, se mantenía de sus propios recursos, de sus industrias artesanas, del comercio que mantenía con otras regiones, de las ganancias que proporcionaba el suministro a las fuerzas armadas que pasaban por la ciudad. Según   Tomás Alfaro Fournier, Vitoria se encontraba:  “Ni hermética, ni confiada. Replegada en sí misma y oteando el porvenir. Como un capullo que espera para abrirse, la tibieza de un sol primaveral”.
 Y así será. Durante  el desarrollo del último tercio  del siglo XVIII, nuevos impulsos, nuevas ideas, nuevas inquietudes hicieron despertar a Vitoria del letargo del siglo anterior. La necesidad de enlazar Vitoria con el Camino Real de Postas, ruta comercial entre Castilla y Europa fue lo que hizo necesaria la ampliación de su casco urbano hacia el sur salvando las murallas. Con ello se intentaba mantener el carácter comercial de la ciudad. De esta forma Vitoria salió de su encierro dentro de las murallas que había durado siglos. Para todo ello hizo falta el impulso de personas de talla que encauzaran estos impulsos, al frente de ellos:           D. Bartolomé Ortiz de Urbina, el Marqués de la Alameda.
    Álava comenzó el siglo XVIII con 64.000 habitantes, lo finalizó con 71.399. Vitoria tenía en 1787:   6.713 habitantes.



Imagen de Vitoria finalizando el siglo XVIII

SITUACIÓN POLÍTICA DE LA ÉPOCA

    El siglo XVIII, trajo importantes cambios en la historia de España y Europa que afectaron de manera muy diversa a Álava y a la ciudad de Vitoria.
    Al morir en octubre de 1700 Carlos II   ” El Hechizado” (de la casa de Austria) sin sucesión directa, provocó una guerra para la correspondiente sucesión a la Corona. Había estado casado con Mª Luisa de Orleáns, sobrina de Luís XIV de Francia, y con Mª Ana de Neoburgo. El testamento dejaba a Felipe de Anjou,  de la familia de los Borbones, como heredero, al ser nieto de Luís XIV de Francia y de María Teresa, hermana mayor de Carlos II. Por todo ello Felipe de Anjou, el 24 de noviembre de 1700,  fue proclamado  en Madrid rey de España con el nombre de Felipe V.
    Pero la casa de Austria no estuvo de acuerdo con esa decisión, creándose una situación delicada que afectó a varios países. El conflicto tuvo dos frentes, uno internacional, debido al miedo que causaba a Inglaterra la influencia que podía ejercer Luís XIV de Francia en su nieto Felipe de Anjou, lo que daría a Francia un predominio en Europa. Parece ser que Luís XIV había declarado:   “Ya no hay Pirineos”.  Por otro lado Austria se vio despechada y con derechos de herencia y declaró que el testamento era nulo. Ante todo esto las potencias rivales de Francia se unieron en la Gran Alianza de La Haya en la que entraron Austria, Inglaterra, Holanda, Dinamarca, algunos príncipes alemanes, Portugal y Saboya; todos contra Francia y parte de España. A continuación, la Alianza nombró en Viena al archiduque Carlos como rey de España. De este modo estalló una guerra que duró doce años y que llevó la desolación, la muerte y la destrucción por Italia, Bélgica, Alemania, España y las colonias de ultramar.
    Más que dirimir qué familia real europea reinara en España, se buscó un equilibrio europeo, un monarca que no resultara peligroso a las demás potencias.
    En la Península el problema sucesorio provocó un enfrentamiento civil, ante el temor de  los súbditos de la Corona de Aragón de ver suprimidos o mermados sus Fueros. Por decisión de la Junta General, Vitoria y la provincia se pusieron de parte de Felipe de Anjou (Borbón), participando en los gastos de la guerra con fondos y soldados. Sin embargo el conflicto que se desarrolló, como hemos visto, en distintos puntos de Europa y de España, no afectó al territorio vasco.
    Vitoria decidió celebrar la proclamación de Felipe V  el día nueve de diciembre. Para ello en  la plazuela  situada en lo alto del Campillo y frente al palacio de Montehermoso, se instaló un tablado muy decorado. En el centro y bajo un dosel  de terciopelo carmesí galoneado de oro, presidía un retrato del Monarca.
    Las autoridades locales presididas por su Diputado General, Don José Thomás de Sarría, al frente fueron en comitiva recorriendo las  viejas calles engalanadas hasta el citado lugar donde se celebró una ceremonia oficial.    Una Comisión, a la que habrían paso los maceros, clarineros y atabaleros subió al palacio de Montehermoso y recogió del balcón principal el pendón carmesí  bordado en oro, con las armas reales en un lado y las de la  Provincia en el otro, para luego entregárselo al Diputado General, con las palabras del ritual para que:  “lo tremolase, levantase y batiese por la Católica Persona del Señor Rey Don Felipe V de Borbón, proclamándole Rey y Señor del Reino bajo las condiciones y circunstancias con que esta  Muy Noble y Muy Leal Provincia se entregó voluntariamente al rey Don Alfonso XI “ . El Diputado General recibió el pendón rodilla en tierra, para posteriormente  levantándolo y tremolándolo ante el pueblo vitoriano exclamó  “¡Álava!, ¡Álava!,  ¡Álava! , por la  Católica  Persona de nuestro Rey y Señor Don Felipe V de Borbón, ¡que viva!”. A todo esto el pueblo vitoriano contestaba con  vivas a los del Diputado, mientras sonaban las campanas de las iglesias, músicas,  trompas, clarines, tambores y salvas de artillería. A continuación hubo festejos populares con los que Vitoria celebró el acontecimiento.
    El uno de febrero de 1701, entre lluvia y nieve,  el nuevo rey, de la casa de Borbón, Felipe V   ” El Animoso”, procedente de Irún  y  camino de su toma de posesión en Madrid,  entró a caballo en la ciudad y pernoctó en Vitoria dos días. Tras pasar por la colegiata de Santa María,  donde rezó brevemente, se hospedó en el palacio de los Aguirre o de Montehermoso. Parece que el primer acto oficial que realizó en Vitoria fue el de jurar los Fueros. Lo volvería a hacer años más tarde, en 1722. El  Rey  Felipe V recibió al día siguiente en el pórtico de la  colegiata de Santa María, de manos del Procurador  General de Ayuntamiento, Don Juan Joaquín Hurtado de Mendoza, las llaves de las puertas y portillos  de la Ciudad. A continuación,  el Rey  oyó misa y comulgó, presidiendo la ceremonia junto a la imagen de  Nuestra señora de la Esclavitud. (Imagen donada a  esta iglesia por otro rey, Alfonso X  “El Sabio“).
    Con este motivo la ciudad organizó algunos festejos, entre los que se incluía una fiesta de toros, por todo lo cual el monarca parece que quedó muy halagado.
    Al día siguiente, el  Rey partió hacia Madrid. Parece ser que le acompañó el mismo tiempo frío y desapacible  que le había recibido.
    Posteriormente, el uno de octubre de 1710,  su esposa Mª Luisa de Saboya y su hijo Luis, fueron acogidos en la ciudad, en el Palacio de los Aguirre (Palacio de Montehermoso), en su huida hacia Francia por circunstancias del conflicto. Les acompañaban  sus Consejeros y las damas de la Corte.
    Durante la estancia de la Reina Mª Luisa de Saboya  la tranquilidad  de la  Ciudad se vio realmente alterada  por la presencia en ella de numerosas personalidades, las casas distinguidas acogieron caballeros y señoras de la alta aristocracia que se acercaron a Vitoria para  testimoniar su apoyo  a la Reina  y del mismo modo tomar posiciones de favor en caso de ganar la causa de los Borbones.  Se reunían en  animadas tertulias donde se comentaban los avatares y desarrollo de la  guerra, así como otros asuntos, sobre todo las novedades que llegaban de Francia.
     Aumentó tanto la población de paso que los precios  de los alimentos y otros productos de primera necesidad subieron notablemente. El Ayuntamiento se vio obligado a intervenir con el fin frenar la subida de los precios. Tres meses duró la estancia de la Reina, hasta que con las victorias de las tropas de Felipe V  en Brihuega  y Villaviciosa se abrían las puertas de Madrid y la victoria definitiva.  Se despidió de la Ciudad el veinte de diciembre, dirigiéndose hacia Logroño donde le esperaba su regio esposo.
    El desarrollo de la guerra había tenido  distintas alternativas siendo el desarrollo favorable a unos y a otros en distintas fases; pero acabó con la paz de Utrecht, firmada el 11 de abril de  1713, que reconoció a Felipe de Anjou como rey de España, Felipe V.  A  este desenlace  final contribuyó sin duda  la muerte del Emperador José el 17 de abril de 1711 y ser sucedido en el trono de Alemania  por el aspirante a la corona de España,  el archiduque Carlos.  Inglaterra y Holanda que le apoyaban  creyeron que el equilibrio europeo se  restauraba y cesaron en dicho apoyo.
    La fidelidad demostrada a Felipe V, hizo que tanto Álava como el resto del País Vasco mantuvieran sus Fueros. No sucedió lo mismo con Aragón y Cataluña, Valencia y Baleares, que al ser partidarias del Archiduque Carlos de la casa de Austria, por el Decreto de Nueva Planta perdieron sus Fueros.

LA CONVENCIÓN FRANCESA




    Tras la Guerra de Sucesión vinieron unos años de paz que contribuyeron a una mejora económica. Este ambiente de paz fue turbado por las noticias de la Revolución que se estaba produciendo en la vecina Francia (1789). En  Vitoria se endureció el registro aduanero con el intento de frenar la entrada de libros y panfletos revolucionarios, ante la preocupación de que el germen de la Revolución afectase a la Monarquía española.
    La airada reacción de España por la ejecución de Luís XVI de Francia por los revolucionarios franceses, llevó a la declaración de guerra a la Convención jacobina Francesa el 7 de marzo de 1793, lo cual fue bien acogido por los españoles debido a su talante monárquico y religioso de tal manera, que se alistaron con entusiasmo en el  Ejército de forma voluntaria.
    Las tropas españolas obtuvieron algunos triunfos en el Rosellón, pero posteriormente las tropas de la Convención irrumpieron por los Pirineos orientales, ocupando Figueras  y Rosas, y por los Pirineos occidentales  penetraron en el territorio vasco conquistando Irún, San Marcial, Fuenterrabía y Pasajes, San Sebastián y Tolosa; posteriormente avanzaron hasta Bilbao y Vitoria, llegando hasta Miranda de Ebro.  Los convencionales eran más: 50.000 frente a los 20.000 que defendían la frontera de Guipúzcoa y Navarra, además estaban mejor armados.
    Prudencio Maria de Verástegui, Diputado General de Álava y Maestre de Campo,  poniendo de manifiesto sus grandes dotes de mando y  de estrategia, permitió con su resistencia en la línea del río Deva, retrasar en un año, julio de 1795, la entrada de los franceses en Vitoria.







                     Estatua dedicada a Prudencio Mª de Verástegui en el Palacio de la Diputación

    Una vez rota esa línea, el 14 de julio de 1795, los franceses recorren la Llanada arrasando los campos y saqueando las casas, entrando al día siguiente en Vitoria dirigidos por el general Moncey. El Alcalde  había huido a Burgos, llevándose el archivo provincial y las alhajas de la Ciudad. Tomó el mando de Vitoria, Wenceslao Fernández de la Cuesta, considerado después afrancesado, y junto al Síndico que representaba al Diputado General, también huido en Burgos, firmaron la capitulación ante los franceses.
    El convento de San Francisco se convirtió en hospital de guerra, y el de la Magdalena ocupado por la religiosas Brígidas, en almacén de paja.  El trato de los franceses  para con los naturales parece que fue correcto.
    Godoy, en nombre de España, firmó el 22 de julio de 1795 la paz de Basilea, recuperándose los territorios conquistados, a cambio de la cesión a Francia de parte de la isla de Santo Domingo, quedando de este modo Vitoria libre de la ocupación francesa.
La firma de la paz por parte de Godoy, le valió a éste el apelativo de "Príncipe de la Paz". Godoy era el consejero favorito de la Casa real de Carlos IV.
    Tras la paz de Basilea, Godoy inicia un política antiforal, basándose en motivos tanto políticos y económicos, como por haber faltado, según él, a la obligación de defender militarmente la frontera con menos tibieza
    La estatua que representa a Prudencio Mª de Verástegui, junto a la del General Álava, presiden ambos lados de la escalinata principal de acceso al Palacio de la Diputación Foral de Álava. Esta situación fue acuerdo de las Juntas Generales celebradas en Alegría en mayo de 1863.


EL COMERCIO EN  EL SIGLO XVIII

    Vitoria seguía siendo paso obligado entre Castilla y Europa y aunque había perdido posiciones en el tráfico mercantil tras la creación del Consulado de Bilbao, y más tarde el de San Sebastián, volvía a existir otra vez una intensa relación entre los mercaderes vitorianos y los Países Bajos, sobre todo con Brujas. En 1732 el 18 ‘3 % de la población se dedicaba al comercio y transporte.
    Por Álava seguía pasando el hierro de Vizcaya, mantenía su gran aceptación el vidrio de Alegría, Eguileta y Erenchun. Se continuaba comerciando las maderas y tablas de Urcabustaiz y Villarreal.
    El comercio de Vitoria sufrió algunos contratiempos: Por una Real Orden de fecha 31 de agosto de 1717 se estipuló que las aduanas castellanas de Vitoria, Balmaseda  y Orduña pasaran a los puertos marítimos y a la frontera con Francia, por lo que el comercio vitoriano se resintió. Parece ser que dicha Orden fue aconsejada a Felipe V por su primer ministro, el cardenal italiano Julio Alberoni:   “con el fin de someter a las Provincias  exentas al mismo régimen aduanero que el resto de España”.
     Debido a las protestas vascas y la escasa rentabilidad de la nueva situación, hicieron que mediante un Real Decreto (16- 12- 1722), las aduanas volvieron a su lugar original. Entre otras cosas el decreto decía así:   “Atendiendo a lo que aquellos naturales tienen merecido  en mi  servicio por su especialísima fidelidad y amor y a que mi ánimo  no ha sido ni será perjudicarles ni minorarles sus privilegios, exenciones y Fueros, y  pesando más en mi estimación  confirmarles este concepto que cualquiera interés que pudiera de lo contrario resultar en favor de mi Real Hacienda…”  Y mandaba  “que  las Aduanas planteadas en los puertos marítimos de Bilbao e Irún se trasladen a los puertos secos y parajes de Vitoria, Orduña y Balmaseda, donde antes existían“.

     Otra circunstancia negativa para Vitoria fue la disputa entre Santander, Bilbao y Burgos por el control de las rutas comerciales. Así el impulso que el ministro Patiño dio a la ruta Burgos - Santander a partir de 1731, con la construcción de la vía que las comunicaba y la habilitación del puerto de Santander para el comercio con América, desviaba ciertos tráficos de mercancías hacia el oeste. Por otro lado Bilbao potenciaba las rutas de Orduña y Balmaseda desde Miranda, dejando de lado a Vitoria.
    Sin embargo Fernando VI avaló la función comercial de Vitoria con las nuevas Ordenanzas Comerciales, que serán confirmadas por El Real y Supremo Consejo de Castilla el 10 de junio de 1747. En ellas se detallaba todo el funcionamiento mercantil de Vitoria.
    Para reafirmar su condición de ciudad comercial,  Vitoria, durante el reinado de Carlos III, en 1780,  intentó crear un Consulado o Tribunal de Comercio.  Los comerciantes pensaban que la carencia de esta Institución perjudicaba los intereses comerciales de Vitoria, mientras beneficiaba a otras poblaciones cercanas como  Santander, Burgos y Bilbao.
     La petición fue denegada desde Madrid por los recelos que despertó tal aspiración desde distintas instituciones. Comenzaremos por los funcionarios de Aduanas, éstos enviaron un informe al Consejo de Castilla oponiéndose al Consulado, ya que pensaban que los comerciantes vitorianos también pedirían alguna rebaja en los derechos aduaneros. En segundo lugar se pidió la opinión del Consulado y autoridades de la ciudad de Burgos. En 1778, el Alcalde de Burgos informaba que el comercio vitoriano  tenía suficiente capacidad para abastecer a sus fábricas manufactureras, así como a su agricultura y ganadería.  El fondo del manifiesto castellano dejaba entrever el  posible interés  de Vitoria  de crear un estanco de materias primas destinado a fomentar sus manufacturas. Para completar el  cuadro de oposición a la candidatura vitoriana el Tribunal de Justicia principal del norte de España,  la Real Chancillería de Valladolid también intervino. Su Presidente, Gregorio Portero de Huerta, manifestó recelos de que el Consulado de Vitoria serviría a los comerciantes para evadir  la justicia ordinaria y que      “podría sufrir algunos inconvenientes políticos, por los privilegios de que goza la provincia de Álava en perjuicio de los comarcanos de Castilla“.
    Representaron a los comerciantes vitorianos para tal petición: Manuel de Llano, Rafael de Zubía, Blas Iñiguez de Betolaza y Eusebio de Ciórraga, todos ellos con el apoyo de Ayuntamiento de Vitoria.
    Las funciones de un Consulado se concretaban en los siguientes aspectos:
1.- El Consulado actuaba exclusivamente como un Tribunal de Comercio. Era  el  encargado  de solucionar  todos los pleitos ocurridos específicamente  entre comerciantes, Ejemplo: deudas, impagos, incumplimientos de contratos, etc.
2.- Esta Institución se hubiera constituido en un importante centro de decisiones políticas y económicas.  A  través de esta Institución, seguramente, los ricos comerciantes y los notables vitorianos cercanos a este mundo  hubiesen tenido muchas más oportunidades de mostrar su poder en la sociedad de la época.
    Vitoria siguió dependiendo, como lo hacía desde el siglo XVI, del Consulado de Bilbao.
Sin embargo, y a pesar de las dificultades citadas, Vitoria tuvo durante el siglo XVIII un buen desarrollo económico, desarrollo que se vio frenado al finalizar el siglo por la guerra desatada otra vez contra Francia, en este caso contra la Convención Republicana.
La guerra fue corta; pero la economía local quedaría tocada, tardando muchos años en recuperarse, ya que seguirían nuevos años de inestabilidad en los primeros años del siglo XIX, cuando Napoleón invadió con sus tropas España, y Vitoria como lugar obligado de paso fue ocupada por las tropas francesas.

LA INDUSTRIA

    La industria en el siglo XVIII, a pesar de ocupar a casi la mitad de la población, 47´8 % se había estancado en su desarrollo y no creaba empleo suficiente, al contrario de lo que sucedía en otras zonas de Europa. El 18´3 % se dedicaba al comercio y el transporte, el 17’2 % a la agricultura, a la administración el 10’4 % ya profesiones liberales el 4´1 %
    Ante esta situación la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, promovió algunas actividades como:
La fabricación de sillas de junco, de chapas de hierro para baterías de cocina, el trabajo de la loza (Se estableció una en el alto de Prado que arruinó a los artesanos del barro de Vitoria, a los alfareros sobre todo), la fabricación de velas de sebo, de mantelerías y lencería utilizando lino del país, tapices, la producción de conservas y almíbares con frutos cosechados en la Rioja...
    La R.S.B.A.P. siguió la corriente de proteccionismo estatal seguida en la Francia del ministro Colbert que había creado nuevas fábricas y potenciado ramas de producción decaídas. Esta fue una aplicación de la corriente en boga en ese siglo llamada Despotismo Ilustrado, fomentando diversas actividades fabriles pero “desde arriba”, “todo para el pueblo pero sin el pueblo“. Es la época de profusión de Reales fábricas en distintas actividades: paños, telas, tapices, porcelanas y cristales.
    Los estatutos de la Bascongada intentaron dar un matiz humanista a estas ideas del Despotismo Ilustrado, cuando hablaban del progreso en distintos campos, de cara a mejorar las condiciones de vida de los hombres. Por ejemplo el Título correspondiente a la Comisión de Industria y Comercio se refiere a la   ”promoción de todas las ramas capaces de atraer conveniencias y riquezas del país, dando siempre preferencia a los más asequibles y a los que por la facilidad de sus operaciones presten ocupación a los ancianos, los estropeados, las mujeres y los niños”.

    Las cererías vitorianas, en ese momento (s. XVIII), tenían una tradición de dos siglos y merecían una atención especial del Concejo de la ciudad. Así en el capítulo 66 de la Ordenanzas, confirmadas en 1747, se refiere a las visitas que a los obradores de los cereros, debían realizar dos veces en el año el alcalde, regidores y capitulares, “llevando para el conocimiento de la cera que se labra, una persona de inteligencia“. De todas formas las cererías fueron en decadencia, pues de veintiocho existentes se había pasado a ocho a finales del siglo XVIII.
    Otra industria con solera en esa época era la industria de confituras y dulces. Así está documentado que a su paso por Vitoria,  príncipes y princesas se aprovisionaban de sus afamados dulces. Por ello también en las Ordenanzas anteriormente citadas, las de 1747, y en su artículo 110 se determinan las condiciones en que deben ser envasadas las jaleas, frutas confitadas, almíbares y cochochos, para que mantuvieran su prestigio. Según Landázuri: ”La producción de 1798 de las confiterías vitorianas en cajas de albérchigo, melocotón, pera, ciruela, membrillo, jalea y espuma elaboradas en un año, ascendían aproximadamente al medio millón, que se vendían con estimación notoria, en diferentes partes del reino”. Era frecuente que las confiterías combinaran en su obrador con otras labores como la destilación en alambiques de cobre de orujos y ratafías (licores de frutos). La producción de chocolate también era importante.
    En Vitoria, los artesanos de la madera se ocupaban de actividades tan diversas como la fabricación de muebles, de ruedas, carros, toneles, la talla artística o la construcción de edificios. Se reunían en una cofradía, la de San José, fundada en 1581, que se reunía periódicamente en el claustro de Santo Domingo.
    A finales del siglo XVIII había una veintena de carpinteros muebleros, que se concentraban sobre todo en la calle Cuchillería, con algunos talleres en Correría y Herrería. No podía considerárseles como ebanistas.
    En esa época se iniciaba una de las industrias más características: la fabricación de sillas de junco de Vitoria. Esta industria implantada por la R. S. Bascongada, se asentó en la ciudad, creció  (En un año, 1773, el taller en pleno auge,  pasó de tres operarios a catorce y en 1779 llegó a 27 oficiales, 3 aprendices y el maestro Elorza), amplió mercados a lo largo del siglo XIX, dando origen a la industria del mueble vitoriano. Como ejemplo del prestigio adquirido, se preferían las sillas de Vitoria a las traídas de Holanda, porque la nueva fábrica aventajaba a aquellas en perfección y mejores precios.
    La materia prima, el junco del Zadorra y otros ríos, facilitada por los agricultores que obtenían algunos beneficios de ello. La madera era traída desde Arlucea, Marquínez, Urarte, Laño, Berroci, Vírgala Mayor y Menor y Apellániz. Esta actividad hacía que hasta 109 personas de estas localidades estaban ocupadas en ello.
    Sesenta años después de la creación de este primer taller de sillas, había ya en Vitoria cuatro fábricas de sillas de junco y otros muebles.
    Otra industria promovida por la R.S.B.A.P. fue la establecida en el Hospicio vitoriano, ocupada en la fabricación de mantas. Con el fin de hacer más digno el socorro ofrecido a los indigentes en el Hospicio, la diputación de Pobres de Vitoria fundada tres años antes por iniciativa de Valentín de Foronda, miembro de la Sociedad Bascongada, les proporcionaba trabajo y aprendizaje con buenos maestros. Para ello se instalaron en un “laboratorio común”, tornos, telares y otras máquinas, que brindaban a los necesitados, ocupación proporcionada a sus fuerzas, con jornales, premios y otros estímulos. Una de las máximas de este taller especial fue la de no hacer competencia a la industria textil local. Con la fabricación de estas mantas, elaboradas al estilo de las de Palencia, se restableció la manufactura de la lana que había existido en la ciudad en otros tiempos y ya desaparecida.

    Aunque muy tardíamente, llega por fin la imprenta a la ciudad (en la región funcionaba ya desde 1490)    La primera obra impresa en Vitoria aparece en 1722. Se trata del Cuaderno de Leyes y Ordenanzas de Álava, que sale de las prensas de la imprenta de Bartolomé Riesgo y Espinosa de los Monteros, primera imprenta en instalarse en Vitoria procedente de San Sebastián. Más tarde se instalaron otras imprentas, como la de Tomás Robles y  Navarro, yerno de Bartolomé Riesgo,  y posteriormente la de Baltasar Mantelli.

 LA AGRICULTURA

    Los alrededores de Vitoria, más allá de las murallas, eran utilizados para el cultivo por los agricultores vitorianos que constituían el 1 7’2% de la población.
    En estos terrenos se recogían cosechas de trigo, cebada, avena, habas y maíz.
    En esa época apenas quedaban algunas viñas. Casi todo el vino se traía de Navarra. Por otro lado la R. Sociedad Bascongada de Amigos del País introduce en esos tiempos el cultivo de la patata, que tanta trascendencia tendría para el futuro de la agricultura alavesa.
   Los agricultores vitorianos vivían en las calles del Arrabal y Santo Domingo fundamentalmente y algunos menos en la calle Nueva y en la Herrería.
    Desde 1650 los labradores vitorianos contaban con una cofradía que tenía como patrones a San Isidro y a Santa María de la Cabeza.
    Era costumbre disponer de una  “Arca de la Misericordia”. En ella se guardaba cereal que aportaban todos los agricultores con el fin de asistir al agricultor que hubiere tenido un mal año o una desgracia personal.

  
LA ILUSTRACIÓN

LA REAL SOCIEDAD BASCONGADA DE AMIGOS DEL PAÍS


    En el siglo XVIII, Europa verá el nacimiento de un movimiento cultural e intelectual  conocido como La Ilustración,  por su declarada finalidad de disipar las tinieblas intelectuales de la humanidad mediante las luces de la razón. La Ilustración se inició en  Gran Bretaña, se extendió por el continente europeo y alcanzó a las colonias de ultramar  dependientes de las distintas potencias europeas. Este fenómeno cultural  irrumpió con tal fuerza que sacudió  los cimientos ideológicos de la sociedad del Antiguo Régimen en todos los campos del saber, desde la religión y la filosofía hasta la política.  Las ideas centrales de la Ilustración  fueron el uso y la exaltación de la razón, el poder con el que el ser humano es capaz de comprender  el universo y mejorar su propia condición, ya que los principios objetivos del hombre racional son el conocimiento, la libertad y la felicidad.
     La Ilustración cuestionó todos los campos del saber, que fueron sometidos a una profunda revisión, en un deseo de llegar a conocer las causas últimas de las cosas. El siglo XVIII ha sido conocido como el  “siglo de las luces”.
     A pesar del filtro establecido en las fronteras para impedir el paso de libros y escritos extranjeros no autorizados,  pronto llegaron estas ideas a España. Naturalmente no fue el pueblo, mayoritariamente analfabeto, el que acogió estas nuevas corrientes intelectuales, sino una aristocracia culta y  predispuesta a las  tendencias que llegaban de otros países, sobre todo de Francia. Además muchos miembros de  la aristocracia española asistían a cursos de universidades extranjeras, al haber  derogado Felipe V  una disposición de Felipe II que prohibía  a los españoles estudiar en el extranjero.  Como ejemplo el de muchos miembros de familias distinguidas vascas que estudiaban en la universidad de Toulouse.
    La llegada a Vitoria de la imprenta ayudó a difundir la cultura  y las ideas de la Ilustración; pero quien verdaderamente contribuyó a ello fue la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, primera sociedad de este tipo que se funda en España, y que establece una de sus sedes en Vitoria, en el Palacio de Escoriaza Esquível en el Campillo. Le siguieron otras, como las de Tudela y Baza (Granada). Más tarde Sevilla, Madrid, Granada, Cantabria...
    La Bascongada surgió de entre una minoría” ilustrada”, con ciertas inquietudes, cuya cabeza fue Xavier Mª de Munibe e Idiáquez, octavo Conde de Peñaflorida. 





    Monumento en la Plaza del Conde de Peñaflorida de Vitoria - Gasteiz, dedicado  a Xabier Mª de Munibe e Idiaquez, octavo Conde de Peñaflorida.


    El 24 de diciembre de 1764 quedó constituida en Sociedad en Azcoitia bajo la firma del Conde de Peñaflorida en compañía de catorce Caballeros vascos, “los caballeritos de Azcoitia”. La sede principal se alojó en el Palacio Insausti, residencia del conde en Azcoitia. Posteriormente se elaboraron sus estatutos (39 artículos), que quedaron aprobados en Vitoria en el año 1765, siendo refrendados el 10 de agosto de 1773 por el rey Carlos III, que tomó a la Sociedad Bascongada bajo su Real protección. 
    La Bascongada tuvo como antecedente o como grupo iniciador a un  “triunvirato”: Xabier Mª de Munibe, Conde de Peñaflorida, Joaquín Mª de Eguía y Aguirre, Marqués de Narros y Manuel Ignacio de Altuna y Zuloaga, amigo de Rousseau.
    La Bascongada  fue concebida como una sociedad en la que participaran las provincias de Álava, Guipúzcoa y Vizcaya.






      El objetivo de la Sociedad y reflejado en sus estatutos (articulo primero) fue el de cultivar la inclinación y el gusto de la   ”Nación Bascongada”, hacia las Ciencias, Bellas Letras y Artes: “Corregir y pulir sus costumbres, desterrar el ocio, la ignorancia y fomentar las mejoras económicas”. Pretendió también estrechar más la unión de las tres Provincias Bascongadas: de Álava, Vizcaya y Guipúzcoa. Por ello su lema fue el de IRURAC BAT (tres en una); simbolizado por tres manos que se enlazan.
    Se crearon cuatro comisiones: de Agricultura y Economía rústica; Ciencias y Artes útiles; Actividades industriales y comerciales; Historia política y buenas letras. Las reuniones  se organizaban así:   Los lunes se hablaba de Matemáticas, los martes se trataba de Física, los miércoles se leía  Historia y traducciones hechas por sus miembros, los viernes eran dedicados a la Geografía, los sábados se hablaba de asuntos generales, reservándose los domingos para celebrar fiestas de teatro y conciertos.
     Varias Escuelas de letras menores se abrieron en Loyola, Vitoria, Vergara, Bilbao y San Sebastián, donde se enseñaron los rudimentos de la lengua castellana, caligrafía, redacción, además de matemáticas y dibujo. Tuvieron una gran preocupación por los conocimientos utilitarios.
    Crearon una importante biblioteca en la que figuraban las obras más modernas, entre ellas la Enciclopedia de Diderot y D’Alembert. Para difundir sus ideas fundó su órgano de expresión: Los extractos de las Juntas Generales celebradas por la Sociedad.
    La Sociedad contribuyó al progreso de Álava, tanto con sus publicaciones como con sus iniciativas de tipo práctico para mejorar la agricultura de la provincia, introduciendo nuevos cultivos como la patata y nuevas técnicas como el empleo de abonos y el estudio de la composición de las tierras. Por otra parte realizaron una serie de actuaciones para fomentar la industria, como la instalación entre otras de una fábrica de sillas de junco en Vitoria.       También velaron por la enseñanza, creando en nuestra ciudad en 1774 una Escuela Gratuita de Dibujo, origen de la actual Escuela de Artes y Oficios, creada en 1889 (En un periodo intermedio se denominó   ”Academia de Bellas Artes de Vitoria”); así como un proyecto de Seminario de Señoritas, que no se llevó a efecto.
    En Vitoria, la Sociedad tenía su sede oficial, donde celebraba sus juntas, en el palacio de Escoriaza Esquível.



   Palacio de Escoriaza - Esquibel.

    En Álava, la mayoría de sus miembros pertenecían a la aristocracia alavesa como el marqués de Montehermoso José Mª de Aguirre, Mariscal de Campo y cofundador de la Bascongada, el vizconde de Ambite, el conde de Echauz, el conde de Villafuente, Prudencio Mª de Verástegui, Diputado General de Álava,  Luis Mª de Salazar, marino y ministro de Marina y Hacienda, Ignacio Mª de Álava, marino que luchó en Trafalgar, Miguel Ricardo de Álava, ”el General Álava”, que intervino decisivamente en la Batalla de Vitoria, Fco. Leandro de Viana, Conde de Tepa, del Real Consejo de Indias...     Paulatinamente se fueron incorporando personas pertenecientes a otros estamentos sociales como el presbítero  Diego Lorenzo Prestamero, investigador, que fue subsecretario de la Sociedad, Joaquín de Landázuri, el principal historiador de la provincia, y Valentín de Foronda, que fue embajador en Estados Unidos y el principal ilustrado alavés.





Otros acontecimientos del siglo XVIII

El ocio

    A pesar de las largas jornadas de trabajo siempre quedaba algún momento para la diversión.
    Las fiestas en Vitoria eran fundamentalmente las del calendario religioso, organizadas por las cofradías y las vecindades. Con este motivo dichas asociaciones organizaban diversos actos y festejos, tanto religiosos como profanos, en los que sin faltar la Misa y las correspondientes Vísperas, se celebraban bailes y danzas, novillos ensogados a los que los vitorianos eran muy aficionados, así como corridas de toros. Estas se celebraban en las fechas de San Juan y Santa Ana, en la Plaza de Santa María y posteriormente, tras su construcción, en la Plaza Nueva.
    Notable fama tuvieron las celebraciones de la cofradía de Nª Señora del Rosario, advocación de Maria de gran devoción en Vitoria en otros tiempos, cuya sede se encontraba en el convento de Santo Domingo. Poco a poco estas fiestas fueron siendo superadas en prestigio por las de la Cofradía de la Virgen Blanca, de los cereros y confiteros, que con el tiempo serian las fiestas principales de todos los vitorianos y vitorianas. La Virgen Blanca fue elegida Patrona de Vitoria en 1884.
    Además de las fiestas religiosas, se celebraban otras fiestas con motivo de victorias militares, bodas reales, nacimientos de infantes o visitas a Vitoria de miembros de la familia Real.
    En días ordinarios los pocos momentos de asueto los entretenían por medio de juegos de cartas, dados o ajedrez. Ante los problemas que surgían a causa de las apuestas en el juego y sus consiguientes deudas, motivo de disputas, peleas, etc., el Ayuntamiento promulgó algunas reglas para poner orden en todo ello. Algunas iban encaminadas a limitar la cantidad de dinero a apostar, y otras a evitar la ausencia o retraso en la asistencia a algunos actos, por lo que prohibió el juego en días festivos hasta después de la Misa Mayor, así como durante las reuniones de vecindad.
    Otra medida para diversificar las distracciones de los vitorianos fue la instalación de un Juego de Pelota en 1750, de cuyo mantenimiento se encargó el Ayuntamiento.
    Un entretenimiento preferido de los vitorianos era reunirse en las tabernas públicas. En Vitoria, en el siglo XVIII estaban establecidas y regladas doce; en el siglo anterior habían llegado a ser veinte, siendo cerradas ocho por no ser rentables. Pero aparte de estas tabernas oficiales, existieron también otras clandestinas que se saltaban  ”a la torera“ los horarios de apertura y cierre establecidos por el Ayuntamiento. Como dato curioso en 1742 el consumo de vino tinto alcanzó en Vitoria las 76.090 cántaras, unos 270 litros por habitante y año. Esto sin contar otras clases de vinos como los blancos y los claretes, así como licores.


                                                Cantón de las Carnicerías         Dibujo de Iñaki Garaluce

Protesta vecinal

    En 1738, los comerciantes y las vecindades de Vitoria protagonizaron una revuelta en protesta por el mal ejercicio de los empleos de gobierno del Ayuntamiento, copados por las familias nobles de la ciudad, pero sobre todo las protestas fueron por la mala política fiscal del Ayuntamiento que favorecía directamente a quienes ocupaban empleos en él.
    Se denunciaba además que esas familias se habían hecho con el mando absoluto de las cofradías de la Vera Cruz, Misericordia, Esclavitud y Del Rosario, que tenían muchas rentas y prebendas, que refundían y convertían en sus propias utilidades y las de los suyos, sin permitir que participaran las demás familias y vecinos honrados de la ciudad, aunque todos contribuían a llevar la carga.
    A pesar de estas protestas, no se alterarían las bases constitutivas del sistema político local, el Ayuntamiento o Regimiento, ya que al estar ocupado por los nobles estos no querían cambios ya que estos cargos les servían para mantener el poder de las clases más acomodadas.
    En 1747, Fernando VI confirmó unas nuevas Ordenanzas para el gobierno de Vitoria que sustituirían a las anteriores vigentes desde 1476 con motivo del Capitulado.
El nuevo ordenamiento abrió una pequeña puerta, para que sobre todo los comerciantes pudieran acceder a los ”Oficios Mayores” del Ayuntamiento. En la práctica estos cargos siguieron siendo copados por la aristocracia vitoriana.
    En esa época diecinueve o veinte personas de esas destacadas familias, entre padres, hijos y parientes controlaban el gobierno municipal. Esto provocaba una cierta dependencia de vasallaje por parte de muchos ciudadanos que esperaban de aquellos:
prebendas, cargos y toda clase de favores.

El mercado vitoriano

   Tradicionalmente el mercado vitoriano se había desarrollado fundamentalmente a extramuros de la muralla, en lo que es hoy la Plaza de la Virgen Blanca, aunque se alternaba en algunas ocasiones con el espacio comprendido en la actualidad por la Plaza del Machete y Portal del Rey. Dichos mercados se regulaban por normas y tradiciones que provenían del siglo XV, esto es división de la zona de mercado por productos y regiones de procedencia. Ante la complejidad del mercado, estas Ordenanzas se modificaron por el Ayuntamiento en 1747, siendo ratificadas durante el reinado de Femando VI por el Real y Supremo Consejo de Castilla el 10 de junio de 1747.

La división se realizaba de la siguiente forma:

- Los vendedores de trigo y cebada procedentes de Castilla se colocaban entre los Portales de Herrería y Zapatería; los del Condado de Treviño y de la Ribera se instalaban entre los Portales de Correría y Zapatería y los alaveses bajo las gradas de San Miguel.
- También se situaban entre los Portales de Correría y Zapatería los vendedores de piezas de caza y animales como corderos, cabritos y capones, así como pescado de río.
Las carretas tenían también su lugar determinado para no estorbar y facilitar el acceso.
Por otra parte el comercio al por mayor se realizaba en la Alhóndiga, bajo la vigilancia de un alcalde de Alhóndiga, que velaba por los intereses de la ciudad en todo lo relativo a pesos y al cobro de tasas e impuestos por la actividad económica. La venta al por menor en ella, estaba limitada a los ciudadanos durante las primeras veinticuatro horas desde la llegada de las mercancías.
    Aparte de la alhóndiga, el abastecimiento directo a los vitorianos y vitorianas se realizaba por medio de las  “tiendas concejiles “, que eran establecimientos que tenían una relación directa con el Ayuntamiento. Las tiendas concejiles estaban regentadas por personas que se comprometían con el Ayuntamiento en tener siempre abastecidas estas tiendas, en respetar el precio estipulado por los regidores y garantizar que su mercancía estuviera en plenas condiciones de salubridad para el consumo. Por este motivo a los que regentaban estas tiendas se les llamaba” obligados “. Las tiendas se especializaban en carnes, pescados, de la nieve, aceites, etc.; es decir procuraban cubrir los alimentos básicos.
    El Ayuntamiento podía adelantar el dinero que cubriera la primera inversión fuerte para poner en marcha dichas tiendas. Las cabezas de ganado vacuno destinadas a
proveer de carne a la ciudad, eran compradas con antelación y se guardaban y alimentaban en la Dehesa de Olárizu en espera de su sacrificio.
    Los vitorianos a finales del siglo XVIII llevaban su trigo a la alhóndiga municipal, para que se pesara y enviara a los cuatro molinos dependientes del Concejo; el del Portal de Arriaga, el del Molinatxo y los de San Cristóbal y San Ildefonso. Aparte de la decena de panaderos y horneros que había en Vitoria, también hacían y vendían pan en los hornos de las tabernas.

Obras públicas

    Una de las muchas iniciativas tomadas por la Real Sociedad Bascongada fue la mejora de las comunicaciones, haciendo que los caminos fueran practicables en todas las estaciones del año. El primero en arreglar fue el Camino Real de Postas, de Miranda de Ebro a Guipúzcoa, que tras pasar por Vitoria continuaba por Betoño, Durana y  Landa  llegaba a Salinas de Léniz, ya  en Guipúzcoa.
En 1794 se proyectó el camino de Vitoria a Bilbao por Altube, con planos de Justo Antonio de Olaguíbel. A causa de la Guerra de la Independencia, no se concluyó hasta
1817.
     En 1804 proyectó Olaguíbel el camino desde Vitoria a Logroño para mejorar y agilizar el comercio del vino de la Rioja. El trazado elegido pasaba por el puerto de Herrera. Posteriormente se inicia el camino a Navarra.
    Otra obra pública importante a finales del siglo XVIII fue la traída de aguas desde los montes de Vitoria, cerca de  Berrosteguieta,  a Vitoria, que contaba por aquellas fechas con unos 7.000 habitantes. Se instaló en el centro de la Plaza Vieja una fuente de ocho caños, bautizada como Mª Victoria. Estuvo en ese lugar desde 1780 a 1877.




Para saber más:

"Álava en sus manos"    Varios                  Edit. Caja P. de Álava 1983
"De Túbal a Aitor"     Iñaki Bazán (direct.) Edit. La esfera de los libros. 2002
"Historia civil de Álava" J.J. Landázuri      Edit. Gran Encicl. Vasca 1973
"Vida de la Ciudad de Vitoria"  Tomás Alfaro Fournier Edit Dip. foral de Álava. 1996
"De la Hermandad a la Provincia (siglos XVI-XVIII) Rosario Porres   en:
                                        "Historia de Álava"   A. Rivera (direct.)     Edit. Nerea S.A. 2003
"Síntesis de la Historia del P.Vasco"  Martín de Ugalde Edit. Elkar S.A. 1983
"Historia de Vitoria"  P.Manzanos y J.M. Imízcoz    Edit. Txertoa 1997
"Rincones con renombre" Elisabeth Ochoa de Eribe y Ricardo Garay  Edit. Fundación Mejora 2012

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