VITORIA EN EL SIGLO XVIII
El siglo XVIII comienza con una provincia de Álava en
crisis: sus aldeas despobladas, poco aprovechados sus campos, la producción agrícola
había caído un 35% , la del trigo
concretamente un 42% respecto a etapas más prósperas. Además en el año 1717 ,
31 de agosto, sufrió otro revés, Felipe
V ordenó, aconsejado por su
ministro el cardenal Alberoni, que las aduanas situadas en el interior, entre ellas la de Vitoria,
pasaran a la frontera con Francia y a los puertos de mar. Estas aduanas eran muy antiguas,están ya datadas en 1289. Con ello Álava perdía una fuente de ingresos, además de ver suprimida junto al resto del País
Vasco la condición ventajosa de "zona franca", ante los productos que
llegaban del extranjero.
Este hecho trajo distintos disturbios en el País Vasco (Machinada) al considerarlo como contrafuero, sobre todo en Vizcaya y Guipúzcoa, incluso con varios muertos, entre ellos el Diputado General de Vizcaya, Enrique de Arana y el Alcalde de Bilbao, Martín de Escoiquiz.
Aunque en Álava no se produjeron protestas tan violentas, la Provincia reclamó ante la corona por este hecho. Después de cinco años fue revocada esta decisión por real decreto de 16 de diciembre de 1722. De este modo se volvía a la situación anterior, con la Aduana principal del Distrito del Cantábrico en Vitoria, pero esto iba a constituir un aviso de lo que sucedería un siglo después, el traslado definitivo de las aduanas a Irún.
Este hecho trajo distintos disturbios en el País Vasco (Machinada) al considerarlo como contrafuero, sobre todo en Vizcaya y Guipúzcoa, incluso con varios muertos, entre ellos el Diputado General de Vizcaya, Enrique de Arana y el Alcalde de Bilbao, Martín de Escoiquiz.
Aunque en Álava no se produjeron protestas tan violentas, la Provincia reclamó ante la corona por este hecho. Después de cinco años fue revocada esta decisión por real decreto de 16 de diciembre de 1722. De este modo se volvía a la situación anterior, con la Aduana principal del Distrito del Cantábrico en Vitoria, pero esto iba a constituir un aviso de lo que sucedería un siglo después, el traslado definitivo de las aduanas a Irún.
Por otro lado, sin embargo este siglo, Álava vio la consolidación de la Hacienda de la Diputación,
aumentando su capacidad del gasto público a aspectos como los sociales de
seguridad y beneficencia e inversiones en infraestructura viaria, caminos, etc.,
ya que hasta entonces se habían dominado
los gastos de naturaleza militar y administrativa.
También se vio consolidada la autonomía foral, con el derecho al "pase
foral" , el "obedézcase pero
no se cumpla" reconocido a Álava por
real orden el 6 de agosto de 1703. Ello permitía a las autoridades alavesas,
Juntas Generales o en ocasiones el Diputado General, a impugnar las leyes, órdenes
o decretos considerados contrarios a las
libertades, usos y costumbres de los alaveses. El "pase foral" o "uso
foral" ya era disfrutado por Guipúzcoa
y Vizcaya.
Vitoria por el contrario, durante este siglo, y en general, ofrecía otra situación algo más favorable que
la Provincia, aunque al ralentí, se mantenía de sus propios recursos, de sus
industrias artesanas, del comercio que mantenía con otras regiones, de las
ganancias que proporcionaba el suministro a las fuerzas armadas que pasaban por
la ciudad. Según Tomás Alfaro Fournier,
Vitoria se encontraba: “Ni hermética, ni
confiada. Replegada en sí misma y oteando el porvenir. Como un capullo que
espera para abrirse, la tibieza de un sol primaveral”.
Y así será. Durante el desarrollo del último tercio del siglo XVIII, nuevos impulsos, nuevas
ideas, nuevas inquietudes hicieron despertar a Vitoria del letargo del siglo
anterior. La necesidad de enlazar Vitoria con el Camino Real de Postas, ruta
comercial entre Castilla y Europa fue lo que hizo necesaria la ampliación de su
casco urbano hacia el sur salvando las murallas. Con ello se intentaba mantener
el carácter comercial de la ciudad. De esta forma Vitoria salió de su encierro
dentro de las murallas que había durado siglos. Para todo ello hizo falta el
impulso de personas de talla que encauzaran estos impulsos, al frente de ellos: D. Bartolomé Ortiz de Urbina, el Marqués de la Alameda.
Álava comenzó el siglo XVIII con 64.000 habitantes, lo finalizó con 71.399. Vitoria tenía en 1787: 6.713 habitantes.
Imagen de Vitoria finalizando el siglo XVIII
SITUACIÓN POLÍTICA DE LA ÉPOCA
El siglo XVIII, trajo
importantes cambios en la historia de España y Europa que afectaron de manera
muy diversa a Álava y a la ciudad de Vitoria.
Al morir en octubre de 1700
Carlos II ” El Hechizado” (de la casa
de Austria) sin sucesión directa, provocó una guerra para la correspondiente
sucesión a la Corona.
Había estado casado con Mª Luisa de Orleáns, sobrina de Luís
XIV de Francia, y con Mª Ana de Neoburgo. El testamento dejaba a Felipe de
Anjou, de la familia de los Borbones,
como heredero, al ser nieto de Luís XIV de Francia y de María Teresa, hermana
mayor de Carlos II. Por todo ello Felipe de Anjou, el 24 de noviembre de 1700, fue proclamado en Madrid rey de España con el nombre de
Felipe V.
Pero la casa de Austria no
estuvo de acuerdo con esa decisión, creándose una situación delicada que afectó
a varios países. El conflicto tuvo dos frentes, uno internacional, debido al
miedo que causaba a Inglaterra la influencia que podía ejercer Luís XIV de
Francia en su nieto Felipe de Anjou, lo que daría a Francia un predominio en
Europa. Parece ser que Luís XIV había declarado: “Ya no hay Pirineos”. Por otro lado Austria se vio despechada y con
derechos de herencia y declaró que el testamento era nulo. Ante todo esto las
potencias rivales de Francia se unieron en la Gran Alianza de La Haya en la que entraron
Austria, Inglaterra, Holanda, Dinamarca, algunos príncipes alemanes, Portugal y
Saboya; todos contra Francia y parte de España. A continuación, la Alianza nombró en Viena al
archiduque Carlos como rey de España. De este modo estalló una guerra que duró
doce años y que llevó la desolación, la muerte y la destrucción por Italia,
Bélgica, Alemania, España y las colonias de ultramar.
Más que dirimir qué familia real
europea reinara en España, se buscó un equilibrio europeo, un monarca que no
resultara peligroso a las demás potencias.
En la Península el problema
sucesorio provocó un enfrentamiento civil, ante el temor de los súbditos de la Corona de Aragón de ver
suprimidos o mermados sus Fueros. Por decisión de la Junta General ,
Vitoria y la provincia se pusieron de parte de Felipe de Anjou (Borbón),
participando en los gastos de la guerra con fondos y soldados. Sin embargo el
conflicto que se desarrolló, como hemos visto, en distintos puntos de Europa y
de España, no afectó al territorio vasco.
Vitoria decidió celebrar la
proclamación de Felipe V el día nueve de
diciembre. Para ello en la plazuela situada en lo alto del Campillo y frente al
palacio de Montehermoso, se instaló un tablado muy decorado. En el centro y
bajo un dosel de terciopelo carmesí
galoneado de oro, presidía un retrato del Monarca.
Las autoridades locales
presididas por su Diputado General, Don José Thomás de Sarría, al frente fueron
en comitiva recorriendo las viejas
calles engalanadas hasta el citado lugar donde se celebró una ceremonia
oficial. Una Comisión, a la que
habrían paso los maceros, clarineros y atabaleros subió al palacio de
Montehermoso y recogió del balcón principal el pendón carmesí bordado en oro, con las armas reales en un
lado y las de la Provincia en el otro, para
luego entregárselo al Diputado General, con las palabras del ritual para
que: “lo tremolase, levantase y batiese
por la Católica
Persona del Señor Rey Don Felipe V de Borbón, proclamándole
Rey y Señor del Reino bajo las condiciones y circunstancias con que esta Muy Noble y Muy Leal Provincia se entregó
voluntariamente al rey Don Alfonso XI “ . El Diputado General recibió el pendón
rodilla en tierra, para posteriormente
levantándolo y tremolándolo ante el pueblo vitoriano exclamó “¡Álava!, ¡Álava!, ¡Álava! , por la
Católica Persona
de nuestro Rey y Señor Don Felipe V de Borbón, ¡que viva!”. A todo esto el
pueblo vitoriano contestaba con vivas a
los del Diputado, mientras sonaban las campanas de las iglesias, músicas, trompas, clarines, tambores y salvas de artillería.
A continuación hubo festejos populares con los que Vitoria celebró el
acontecimiento.
El uno de febrero de 1701, entre
lluvia y nieve, el nuevo rey, de la casa
de Borbón, Felipe V ” El Animoso”,
procedente de Irún y camino de su toma de posesión en Madrid, entró a caballo en la ciudad y pernoctó en
Vitoria dos días. Tras pasar por la colegiata de Santa María, donde rezó brevemente, se hospedó en el
palacio de los Aguirre o de Montehermoso. Parece que el primer acto oficial que
realizó en Vitoria fue el de jurar los Fueros. Lo volvería a hacer años más
tarde, en 1722. El Rey Felipe V recibió al día siguiente en el
pórtico de la colegiata de Santa María,
de manos del Procurador General de
Ayuntamiento, Don Juan Joaquín Hurtado de Mendoza, las llaves de las puertas y
portillos de la Ciudad. A
continuación, el Rey oyó misa y comulgó, presidiendo la ceremonia
junto a la imagen de Nuestra señora de la Esclavitud. (Imagen
donada a esta iglesia por otro rey,
Alfonso X “El Sabio“).
Con este motivo la ciudad
organizó algunos festejos, entre los que se incluía una fiesta de toros, por
todo lo cual el monarca parece que quedó muy halagado.
Al día siguiente, el Rey partió hacia Madrid. Parece ser que le
acompañó el mismo tiempo frío y desapacible
que le había recibido.
Posteriormente, el uno de
octubre de 1710, su esposa Mª Luisa de
Saboya y su hijo Luis, fueron acogidos en la ciudad, en el Palacio de los
Aguirre (Palacio de Montehermoso), en su huida hacia Francia por circunstancias
del conflicto. Les acompañaban sus
Consejeros y las damas de la
Corte.
Durante la estancia de la Reina M ª Luisa de
Saboya la tranquilidad de la Ciudad se
vio realmente alterada por la presencia
en ella de numerosas personalidades, las casas distinguidas acogieron
caballeros y señoras de la alta aristocracia que se acercaron a Vitoria para testimoniar su apoyo a la
Reina y del mismo modo
tomar posiciones de favor en caso de ganar la causa de los Borbones. Se reunían en
animadas tertulias donde se comentaban los avatares y desarrollo de
la guerra, así como otros asuntos, sobre
todo las novedades que llegaban de Francia.
Aumentó tanto la población de paso
que los precios de los alimentos y otros
productos de primera necesidad subieron notablemente. El Ayuntamiento se vio
obligado a intervenir con el fin frenar la subida de los precios. Tres meses
duró la estancia de la Reina ,
hasta que con las victorias de las tropas de Felipe V en Brihuega
y Villaviciosa se abrían las puertas de Madrid y la victoria
definitiva. Se despidió de la Ciudad el veinte de
diciembre, dirigiéndose hacia Logroño donde le esperaba su regio esposo.
El desarrollo de la guerra había
tenido distintas alternativas siendo el
desarrollo favorable a unos y a otros en distintas fases; pero acabó con la paz
de Utrecht, firmada el 11 de abril de
1713, que reconoció a Felipe de Anjou como rey de España, Felipe V. A este
desenlace final contribuyó sin duda la muerte del Emperador José el 17 de abril
de 1711 y ser sucedido en el trono de Alemania
por el aspirante a la corona de España,
el archiduque Carlos. Inglaterra
y Holanda que le apoyaban creyeron que
el equilibrio europeo se restauraba y
cesaron en dicho apoyo.
La fidelidad demostrada a Felipe
V, hizo que tanto Álava como el resto del País Vasco mantuvieran sus Fueros. No
sucedió lo mismo con Aragón y Cataluña, Valencia y Baleares, que al ser
partidarias del Archiduque Carlos de la casa de Austria, por el Decreto de
Nueva Planta perdieron sus Fueros.
LA CONVENCIÓN FRANCESA
LA CONVENCIÓN FRANCESA
Tras la Guerra de Sucesión vinieron
unos años de paz que contribuyeron a una mejora económica. Este ambiente de paz
fue turbado por las noticias de la Revolución que se estaba produciendo en la vecina
Francia (1789). En Vitoria se endureció
el registro aduanero con el intento de frenar la entrada de libros y panfletos
revolucionarios, ante la preocupación de que el germen de la Revolución afectase a la Monarquía española.
La airada reacción de España por
la ejecución de Luís XVI de Francia por los revolucionarios franceses, llevó a
la declaración de guerra a la Convención jacobina Francesa el 7 de marzo de
1793, lo cual fue bien acogido por los españoles debido a su talante monárquico
y religioso de tal manera, que se alistaron con entusiasmo en el Ejército de forma voluntaria.
Las tropas españolas obtuvieron
algunos triunfos en el Rosellón, pero posteriormente las tropas de la Convención irrumpieron
por los Pirineos orientales, ocupando Figueras
y Rosas, y por los Pirineos occidentales
penetraron en el territorio vasco conquistando Irún, San Marcial,
Fuenterrabía y Pasajes, San Sebastián y Tolosa; posteriormente avanzaron hasta
Bilbao y Vitoria, llegando hasta Miranda de Ebro. Los convencionales eran más: 50.000 frente a los
20.000 que defendían la frontera de Guipúzcoa y Navarra, además estaban mejor
armados.
Prudencio Maria de Verástegui,
Diputado General de Álava y Maestre de Campo,
poniendo de manifiesto sus grandes dotes de mando y de estrategia, permitió con su resistencia en
la línea del río Deva, retrasar en un año, julio de 1795, la entrada de los
franceses en Vitoria.
Estatua dedicada a Prudencio Mª de Verástegui en el Palacio de la Diputación
Una vez rota esa línea, el 14 de
julio de 1795, los franceses recorren la Llanada arrasando los campos y saqueando las
casas, entrando al día siguiente en Vitoria dirigidos por el general Moncey. El
Alcalde había huido a Burgos, llevándose
el archivo provincial y las alhajas de la Ciudad. Tomó el mando de Vitoria, Wenceslao
Fernández de la Cuesta, considerado después afrancesado, y junto al Síndico que
representaba al Diputado General, también huido en Burgos, firmaron la
capitulación ante los franceses.
El convento de San Francisco se
convirtió en hospital de guerra, y el de la Magdalena ocupado por la
religiosas Brígidas, en almacén de paja.
El trato de los franceses para
con los naturales parece que fue correcto.
Godoy, en nombre de España,
firmó el 22 de julio de 1795 la paz de Basilea, recuperándose los territorios
conquistados, a cambio de la cesión a Francia de parte de la isla de Santo
Domingo, quedando de este modo Vitoria libre de la ocupación francesa.
La firma de la paz por parte de
Godoy, le valió a éste el apelativo de "Príncipe de la Paz". Godoy
era el consejero favorito de la
Casa real de Carlos IV.
Tras la paz de Basilea, Godoy
inicia un política antiforal, basándose en motivos tanto políticos y económicos,
como por haber faltado, según él, a la obligación de defender militarmente la
frontera con menos tibieza
La estatua que representa a
Prudencio Mª de Verástegui, junto a la del General Álava, presiden ambos lados
de la escalinata principal de acceso al Palacio de la Diputación Foral de
Álava. Esta situación fue acuerdo de las Juntas Generales celebradas en Alegría
en mayo de 1863.
EL COMERCIO EN EL SIGLO XVIII
Vitoria seguía siendo paso
obligado entre Castilla y Europa y aunque había perdido posiciones en el
tráfico mercantil tras la creación del Consulado de Bilbao, y más tarde el de
San Sebastián, volvía a existir otra vez una intensa relación entre los
mercaderes vitorianos y los Países Bajos, sobre todo con Brujas. En 1732 el 18
‘3 % de la población se dedicaba al comercio y transporte.
Por Álava seguía pasando el
hierro de Vizcaya, mantenía su gran aceptación el vidrio de Alegría, Eguileta y
Erenchun. Se continuaba comerciando las maderas y tablas de Urcabustaiz y
Villarreal.
El comercio de Vitoria sufrió
algunos contratiempos: Por una Real Orden de fecha 31 de agosto de 1717 se
estipuló que las aduanas castellanas de Vitoria, Balmaseda y Orduña pasaran a los puertos marítimos y a
la frontera con Francia, por lo que el comercio vitoriano se resintió. Parece
ser que dicha Orden fue aconsejada a Felipe V por su primer ministro, el
cardenal italiano Julio Alberoni: “con
el fin de someter a las Provincias
exentas al mismo régimen aduanero que el resto de España”.
Debido a las
protestas vascas y la escasa rentabilidad de la nueva situación, hicieron que
mediante un Real Decreto (16- 12- 1722), las aduanas volvieron a su lugar
original. Entre otras cosas el decreto decía así: “Atendiendo a lo que aquellos naturales
tienen merecido en mi servicio por su especialísima fidelidad y
amor y a que mi ánimo no ha sido ni será
perjudicarles ni minorarles sus privilegios, exenciones y Fueros, y pesando más en mi estimación confirmarles este concepto que cualquiera
interés que pudiera de lo contrario resultar en favor de mi Real
Hacienda…” Y mandaba “que
las Aduanas planteadas en los puertos marítimos de Bilbao e Irún se
trasladen a los puertos secos y parajes de Vitoria, Orduña y Balmaseda, donde
antes existían“.
Otra circunstancia negativa para
Vitoria fue la disputa entre Santander, Bilbao y Burgos por el control de las
rutas comerciales. Así el impulso que el ministro Patiño dio a la ruta Burgos -
Santander a partir de 1731, con la construcción de la vía que las comunicaba y
la habilitación del puerto de Santander para el comercio con América, desviaba
ciertos tráficos de mercancías hacia el oeste. Por otro lado Bilbao potenciaba
las rutas de Orduña y Balmaseda desde Miranda, dejando de lado a Vitoria.
Sin embargo Fernando VI avaló la función
comercial de Vitoria
con las nuevas Ordenanzas Comerciales, que serán confirmadas por El Real y
Supremo Consejo de Castilla el 10 de junio de 1747. En ellas se detallaba todo el
funcionamiento mercantil de Vitoria.
Para reafirmar su condición de
ciudad comercial, Vitoria, durante el
reinado de Carlos III, en 1780, intentó
crear un Consulado o Tribunal de Comercio.
Los comerciantes pensaban que la carencia de esta Institución perjudicaba
los intereses comerciales de Vitoria, mientras beneficiaba a otras poblaciones
cercanas como Santander, Burgos y
Bilbao.
La petición fue denegada desde Madrid por los
recelos que despertó tal aspiración desde distintas instituciones. Comenzaremos
por los funcionarios de Aduanas, éstos enviaron un informe al Consejo de
Castilla oponiéndose al Consulado, ya que pensaban que los comerciantes
vitorianos también pedirían alguna rebaja en los derechos aduaneros. En segundo
lugar se pidió la opinión del Consulado y autoridades de la ciudad de Burgos.
En 1778, el Alcalde de Burgos informaba que el comercio vitoriano tenía suficiente capacidad para abastecer a
sus fábricas manufactureras, así como a su agricultura y ganadería. El fondo del manifiesto castellano dejaba
entrever el posible interés de Vitoria
de crear un estanco de materias primas destinado a fomentar sus
manufacturas. Para completar el cuadro
de oposición a la candidatura vitoriana el Tribunal de Justicia principal del
norte de España, la Real Chancillería
de Valladolid también intervino. Su Presidente, Gregorio Portero de Huerta,
manifestó recelos de que el Consulado de Vitoria serviría a los comerciantes
para evadir la justicia ordinaria y que “podría sufrir algunos inconvenientes políticos,
por los privilegios de que goza la provincia de Álava en perjuicio de los
comarcanos de Castilla“.
Representaron a los comerciantes
vitorianos para tal petición: Manuel de Llano, Rafael de Zubía, Blas Iñiguez de
Betolaza y Eusebio de Ciórraga, todos ellos con el apoyo de Ayuntamiento de
Vitoria.
Las funciones de un Consulado se
concretaban en los siguientes aspectos:
1.- El Consulado actuaba
exclusivamente como un Tribunal de Comercio. Era el
encargado de solucionar todos los pleitos ocurridos
específicamente entre comerciantes,
Ejemplo: deudas, impagos, incumplimientos de contratos, etc.
2.- Esta Institución se hubiera
constituido en un importante centro de decisiones políticas y económicas. A
través de esta Institución, seguramente, los ricos comerciantes y los
notables vitorianos cercanos a este mundo
hubiesen tenido muchas más oportunidades de mostrar su poder en la
sociedad de la época.
Vitoria siguió dependiendo, como
lo hacía desde el siglo XVI, del Consulado de Bilbao.
Sin embargo, y a pesar de las
dificultades citadas, Vitoria tuvo durante el siglo XVIII un buen desarrollo
económico, desarrollo que se vio frenado al finalizar el siglo por la guerra
desatada otra vez contra Francia, en este caso contra la Convención Republicana.
La guerra fue corta; pero la
economía local quedaría tocada, tardando muchos años en recuperarse, ya que
seguirían nuevos años de inestabilidad en los primeros años del siglo XIX,
cuando Napoleón invadió con sus tropas España, y Vitoria como lugar obligado de
paso fue ocupada por las tropas francesas.
La industria en el siglo XVIII,
a pesar de ocupar a casi la mitad de la población, 47´8 % se había estancado en
su desarrollo y no creaba empleo suficiente, al contrario de lo que sucedía en
otras zonas de Europa. El 18´3 % se dedicaba al comercio y el transporte, el
17’2 % a la agricultura, a la administración el 10’4 % ya profesiones liberales
el 4´1 %
Ante esta situación la Real Sociedad
Bascongada de Amigos del País, promovió algunas actividades como:
La fabricación de sillas de
junco, de chapas de hierro para baterías de cocina, el trabajo de la loza (Se
estableció una en el alto de Prado que arruinó a los artesanos del barro de
Vitoria, a los alfareros sobre todo), la fabricación de velas de sebo, de
mantelerías y lencería utilizando lino del país, tapices, la producción de
conservas y almíbares con frutos cosechados en la Rioja.. .
Los estatutos de la Bascongada intentaron
dar un matiz humanista a estas ideas del Despotismo Ilustrado, cuando hablaban
del progreso en distintos campos, de cara a mejorar las condiciones de vida de
los hombres. Por ejemplo el Título correspondiente a la Comisión de Industria y
Comercio se refiere a la ”promoción de
todas las ramas capaces de atraer conveniencias y riquezas del país, dando
siempre preferencia a los más asequibles y a los que por la facilidad de sus
operaciones presten ocupación a los ancianos, los estropeados, las mujeres y
los niños”.
Las cererías vitorianas, en ese
momento (s. XVIII), tenían una tradición de dos siglos y merecían una atención
especial del Concejo de la ciudad. Así en el capítulo 66 de la Ordenanzas , confirmadas
en 1747, se refiere a las visitas que a los obradores de los cereros, debían
realizar dos veces en el año el alcalde, regidores y capitulares, “llevando
para el conocimiento de la cera que se labra, una persona de inteligencia“. De
todas formas las cererías fueron en decadencia, pues de veintiocho existentes
se había pasado a ocho a finales del siglo XVIII.
Otra industria con solera en esa
época era la industria de confituras y dulces. Así está documentado que a su
paso por Vitoria, príncipes y princesas
se aprovisionaban de sus afamados dulces. Por ello también en las Ordenanzas
anteriormente citadas, las de 1747, y en su artículo 110 se determinan las
condiciones en que deben ser envasadas las jaleas, frutas confitadas, almíbares
y cochochos, para que mantuvieran su prestigio. Según Landázuri: ”La producción
de 1798 de las confiterías vitorianas en cajas de albérchigo, melocotón, pera,
ciruela, membrillo, jalea y espuma elaboradas en un año, ascendían
aproximadamente al medio millón, que se vendían con estimación notoria, en
diferentes partes del reino”. Era frecuente que las confiterías combinaran en
su obrador con otras labores como la destilación en alambiques de cobre de
orujos y ratafías (licores de frutos). La producción de chocolate también era
importante.
En Vitoria, los artesanos de la
madera se ocupaban de actividades tan diversas como la fabricación de muebles,
de ruedas, carros, toneles, la talla artística o la construcción de edificios.
Se reunían en una cofradía, la de San José, fundada en 1581, que se reunía
periódicamente en el claustro de Santo Domingo.
A finales del siglo XVIII había
una veintena de carpinteros muebleros, que se concentraban sobre todo en la
calle Cuchillería, con algunos talleres en Correría y Herrería. No podía
considerárseles como ebanistas.
En esa época se iniciaba una de
las industrias más características: la fabricación de sillas de junco de
Vitoria. Esta industria implantada por la R. S. Bascongada, se asentó en la ciudad,
creció (En un año, 1773, el taller en
pleno auge, pasó de tres operarios a
catorce y en 1779 llegó a 27 oficiales, 3 aprendices y el maestro Elorza),
amplió mercados a lo largo del siglo XIX, dando origen a la industria del
mueble vitoriano. Como ejemplo del prestigio adquirido, se preferían las sillas
de Vitoria a las traídas de Holanda, porque la nueva fábrica aventajaba a
aquellas en perfección y mejores precios.
La materia prima, el junco del
Zadorra y otros ríos, facilitada por los agricultores que obtenían algunos
beneficios de ello. La madera era traída desde Arlucea, Marquínez, Urarte,
Laño, Berroci, Vírgala Mayor y Menor y Apellániz. Esta actividad hacía que
hasta 109 personas de estas localidades estaban ocupadas en ello.
Sesenta años después de la
creación de este primer taller de sillas, había ya en Vitoria cuatro fábricas
de sillas de junco y otros muebles.
Otra industria promovida por la R.S .B.A.P. fue la establecida
en el Hospicio vitoriano, ocupada en la fabricación de mantas. Con el fin de
hacer más digno el socorro ofrecido a los indigentes en el Hospicio, la
diputación de Pobres de Vitoria fundada tres años antes por iniciativa de
Valentín de Foronda, miembro de la Sociedad Bascongada ,
les proporcionaba trabajo y aprendizaje con buenos maestros. Para ello se
instalaron en un “laboratorio común”, tornos, telares y otras máquinas, que
brindaban a los necesitados, ocupación proporcionada a sus fuerzas, con
jornales, premios y otros estímulos. Una de las máximas de este taller especial
fue la de no hacer competencia a la industria textil local. Con la fabricación
de estas mantas, elaboradas al estilo de las de Palencia, se restableció la manufactura de la lana que había
existido en la ciudad en otros tiempos y ya desaparecida.
Aunque muy tardíamente, llega
por fin la imprenta a la ciudad (en la región funcionaba ya desde 1490) La primera obra impresa en Vitoria aparece
en 1722. Se trata del Cuaderno de Leyes y Ordenanzas de Álava, que sale de las
prensas de la imprenta de Bartolomé Riesgo y Espinosa de los Monteros, primera
imprenta en instalarse en Vitoria procedente de San Sebastián. Más tarde se
instalaron otras imprentas, como la de Tomás Robles y Navarro, yerno de Bartolomé Riesgo, y posteriormente la de Baltasar Mantelli.
Los alrededores de Vitoria, más
allá de las murallas, eran utilizados para el cultivo por los agricultores
vitorianos que constituían el 1 7’2% de la población.
En estos terrenos se recogían
cosechas de trigo, cebada, avena, habas y maíz.
En esa época apenas quedaban
algunas viñas. Casi todo el vino se traía de Navarra. Por otro lado la R. Sociedad Bascongada
de Amigos del País introduce en esos tiempos el cultivo de la patata, que tanta
trascendencia tendría para el futuro de la agricultura alavesa.
Los agricultores vitorianos
vivían en las calles del Arrabal y Santo Domingo fundamentalmente y algunos
menos en la calle Nueva y en la
Herrería.
Desde 1650 los labradores
vitorianos contaban con una cofradía que tenía como patrones a San Isidro y a
Santa María de la Cabeza.
Era costumbre disponer de
una “Arca de la Misericordia ”. En
ella se guardaba cereal que aportaban todos los agricultores con el fin de
asistir al agricultor que hubiere tenido un mal año o una desgracia personal.
En el siglo XVIII, Europa verá el nacimiento de un
movimiento cultural e intelectual
conocido como La
Ilustración , por su
declarada finalidad de disipar las tinieblas intelectuales de la humanidad
mediante las luces de la razón. La Ilustración se inició en Gran Bretaña, se extendió por el continente
europeo y alcanzó a las colonias de ultramar
dependientes de las distintas potencias europeas. Este fenómeno
cultural irrumpió con tal fuerza que
sacudió los cimientos ideológicos de la
sociedad del Antiguo Régimen en todos los campos del saber, desde la religión y
la filosofía hasta la política. Las
ideas centrales de la
Ilustración fueron el
uso y la exaltación de la razón, el poder con el que el ser humano es capaz de
comprender el universo y mejorar su
propia condición, ya que los principios objetivos del hombre racional son el
conocimiento, la libertad y la felicidad.
A pesar del filtro establecido en las
fronteras para impedir el paso de libros y escritos extranjeros no
autorizados, pronto llegaron estas ideas
a España. Naturalmente no fue el pueblo, mayoritariamente analfabeto, el que
acogió estas nuevas corrientes intelectuales, sino una aristocracia culta
y predispuesta a las tendencias que llegaban de otros países,
sobre todo de Francia. Además muchos miembros de la aristocracia española asistían a cursos de
universidades extranjeras, al haber
derogado Felipe V una disposición
de Felipe II que prohibía a los
españoles estudiar en el extranjero.
Como ejemplo el de muchos miembros de familias distinguidas vascas que estudiaban
en la universidad de Toulouse.
La llegada a Vitoria de la
imprenta ayudó a difundir la cultura y
las ideas de la
Ilustración ; pero quien verdaderamente contribuyó a ello fue la Real Sociedad
Bascongada de Amigos del País, primera sociedad de este tipo que se funda
en España, y que establece una de sus sedes en Vitoria, en el Palacio de
Escoriaza Esquível en el Campillo. Le siguieron otras, como las de Tudela y
Baza (Granada). Más tarde Sevilla, Madrid, Granada, Cantabria...
Monumento en la Plaza del Conde de Peñaflorida de Vitoria - Gasteiz, dedicado a Xabier Mª de Munibe e Idiaquez, octavo Conde de Peñaflorida.
El 24 de diciembre de 1764 quedó constituida en Sociedad en
Azcoitia bajo la firma del Conde de Peñaflorida en compañía de catorce
Caballeros vascos, “los caballeritos de Azcoitia”. La sede principal se alojó
en el Palacio Insausti, residencia del conde en Azcoitia. Posteriormente se
elaboraron sus estatutos (39 artículos), que quedaron aprobados en Vitoria en
el año 1765, siendo refrendados el 10 de agosto de 1773 por el rey Carlos III,
que tomó a la
Sociedad Bascongada bajo su Real protección.
El objetivo de la Sociedad y reflejado en
sus estatutos (articulo primero) fue el de cultivar la inclinación y el gusto
de la ”Nación Bascongada”, hacia las
Ciencias, Bellas Letras y Artes: “Corregir y pulir sus costumbres, desterrar el
ocio, la ignorancia y fomentar las mejoras económicas”. Pretendió también
estrechar más la unión de las tres Provincias Bascongadas: de Álava, Vizcaya y
Guipúzcoa. Por ello su lema fue el de IRURAC BAT (tres en una); simbolizado por
tres manos que se enlazan.
Se crearon cuatro comisiones: de
Agricultura y Economía rústica; Ciencias y Artes útiles; Actividades
industriales y comerciales; Historia política y buenas letras. Las
reuniones se organizaban así: Los lunes se hablaba de Matemáticas, los
martes se trataba de Física, los miércoles se leía Historia y traducciones hechas por sus
miembros, los viernes eran dedicados a la Geografía , los sábados se hablaba de asuntos
generales, reservándose los domingos para celebrar fiestas de teatro y
conciertos.
Varias Escuelas de letras menores se abrieron
en Loyola, Vitoria, Vergara, Bilbao y San Sebastián, donde se enseñaron los
rudimentos de la lengua castellana, caligrafía, redacción, además de
matemáticas y dibujo. Tuvieron una gran preocupación por los conocimientos
utilitarios.
Crearon una importante biblioteca
en la que figuraban las obras más modernas, entre ellas la Enciclopedia de
Diderot y D’Alembert. Para difundir sus ideas fundó su órgano de expresión: Los
extractos de las Juntas Generales celebradas por la Sociedad.
En Vitoria, la Sociedad tenía su sede
oficial, donde celebraba sus juntas, en el palacio de Escoriaza Esquível.
Palacio de Escoriaza - Esquibel.
En Álava, la
mayoría de sus miembros pertenecían a la aristocracia alavesa como el marqués
de Montehermoso José Mª de Aguirre, Mariscal de Campo y cofundador de la Bascongada , el vizconde
de Ambite, el conde de Echauz, el conde de Villafuente, Prudencio Mª de
Verástegui, Diputado General de Álava,
Luis Mª de Salazar, marino y ministro de Marina y Hacienda, Ignacio Mª
de Álava, marino que luchó en Trafalgar, Miguel Ricardo de Álava, ”el
General Álava”, que intervino decisivamente en la Batalla de Vitoria, Fco.
Leandro de Viana, Conde de Tepa, del Real Consejo de Indias... Paulatinamente se fueron incorporando
personas pertenecientes a otros estamentos sociales como el presbítero Diego Lorenzo Prestamero, investigador, que
fue subsecretario de la
Sociedad , Joaquín de Landázuri, el principal historiador de
la provincia, y Valentín de Foronda, que fue embajador en Estados Unidos y el
principal ilustrado alavés.
Otros acontecimientos del
siglo XVIII
El ocio
A pesar de las largas jornadas
de trabajo siempre quedaba algún momento para la diversión.
Las fiestas en Vitoria eran
fundamentalmente las del calendario religioso, organizadas por las cofradías y
las vecindades. Con este motivo dichas asociaciones organizaban diversos actos
y festejos, tanto religiosos como profanos, en los que sin faltar la Misa y las correspondientes
Vísperas, se celebraban bailes y danzas, novillos ensogados a los que los
vitorianos eran muy aficionados, así como corridas de toros. Estas se
celebraban en las fechas de San Juan y Santa Ana, en la Plaza de Santa María y
posteriormente, tras su construcción, en la Plaza Nueva.
Notable fama tuvieron las
celebraciones de la cofradía de Nª Señora del Rosario, advocación de
Maria de gran devoción en Vitoria en otros tiempos, cuya sede se encontraba en
el convento de Santo Domingo. Poco a poco estas fiestas fueron siendo superadas
en prestigio por las de la
Cofradía de la Virgen Blanca , de los cereros y confiteros, que
con el tiempo serian las fiestas principales de todos los vitorianos y
vitorianas. La Virgen
Blanca fue elegida Patrona de Vitoria en 1884.
Además de las fiestas
religiosas, se celebraban otras fiestas con motivo de victorias militares,
bodas reales, nacimientos de infantes o visitas a Vitoria de miembros de la
familia Real.
En días ordinarios los pocos
momentos de asueto los entretenían por medio de juegos de cartas, dados o
ajedrez. Ante los problemas que surgían a causa de las apuestas en el juego y
sus consiguientes deudas, motivo de disputas, peleas, etc., el Ayuntamiento
promulgó algunas reglas para poner orden en todo ello. Algunas iban encaminadas
a limitar la cantidad de dinero a apostar, y otras a evitar la ausencia o
retraso en la asistencia a algunos actos, por lo que prohibió el juego en días
festivos hasta después de la
Misa Mayor , así como durante las reuniones de vecindad.
Otra medida para diversificar
las distracciones de los vitorianos fue la instalación de un Juego de Pelota en
1750, de cuyo mantenimiento se encargó el Ayuntamiento.
Un entretenimiento preferido de
los vitorianos era reunirse en las tabernas públicas. En Vitoria, en el siglo
XVIII estaban establecidas y regladas doce; en el siglo anterior habían llegado
a ser veinte, siendo cerradas ocho por no ser rentables. Pero aparte de estas
tabernas oficiales, existieron también otras clandestinas que se saltaban ”a la torera“ los horarios de apertura y
cierre establecidos por el Ayuntamiento. Como dato curioso en 1742 el consumo
de vino tinto alcanzó en Vitoria las 76.090 cántaras, unos 270 litros por
habitante y año. Esto sin contar otras clases de vinos como los blancos y los
claretes, así como licores.
Cantón de las Carnicerías Dibujo de Iñaki Garaluce
Cantón de las Carnicerías Dibujo de Iñaki Garaluce
Protesta
vecinal
En 1738, los comerciantes y las
vecindades de Vitoria protagonizaron una revuelta en protesta por el mal
ejercicio de los empleos de gobierno del Ayuntamiento, copados por las familias
nobles de la ciudad, pero sobre todo las protestas fueron por la mala política
fiscal del Ayuntamiento que favorecía directamente a quienes ocupaban empleos
en él.
Se denunciaba además que esas
familias se habían hecho con el mando absoluto de las cofradías de la Vera Cruz , Misericordia,
Esclavitud y Del Rosario, que tenían muchas rentas y prebendas, que refundían y
convertían en sus propias utilidades y las de los suyos, sin permitir que
participaran las demás familias y vecinos honrados de la ciudad, aunque todos
contribuían a llevar la carga.
A pesar de estas protestas, no
se alterarían las bases constitutivas del sistema político local, el
Ayuntamiento o Regimiento, ya que al estar ocupado por los nobles estos no
querían cambios ya que estos cargos les servían para mantener el poder de las
clases más acomodadas.
En 1747, Fernando VI confirmó
unas nuevas Ordenanzas para el gobierno de Vitoria que sustituirían a las
anteriores vigentes desde 1476 con motivo del Capitulado.
El nuevo ordenamiento abrió una
pequeña puerta, para que sobre todo los comerciantes pudieran acceder a los ”Oficios
Mayores” del Ayuntamiento. En la práctica estos cargos siguieron siendo copados
por la aristocracia vitoriana.
En esa época diecinueve o veinte
personas de esas destacadas familias, entre padres, hijos y parientes
controlaban el gobierno municipal. Esto provocaba una cierta dependencia de
vasallaje por parte de muchos ciudadanos que esperaban de aquellos:
prebendas, cargos y toda clase
de favores.
El mercado
vitoriano
Tradicionalmente el mercado
vitoriano se había desarrollado fundamentalmente a extramuros de la muralla, en
lo que es hoy la Plaza
de la Virgen Blanca ,
aunque se alternaba en algunas ocasiones con el espacio comprendido en la
actualidad por la Plaza
del Machete y Portal del Rey. Dichos mercados se regulaban por normas y
tradiciones que provenían del siglo XV, esto es división de la zona de mercado
por productos y regiones de procedencia. Ante la complejidad del mercado, estas
Ordenanzas se modificaron por el Ayuntamiento en 1747, siendo ratificadas
durante el reinado de Femando VI por el Real y Supremo Consejo de Castilla el
10 de junio de 1747.
La división se realizaba de la
siguiente forma:
- Los vendedores de trigo y
cebada procedentes de Castilla se colocaban entre los Portales de Herrería y
Zapatería; los del Condado de Treviño y de la Ribera se instalaban entre los Portales de
Correría y Zapatería y los alaveses bajo las gradas de San Miguel.
- También se situaban entre los
Portales de Correría y Zapatería los vendedores de piezas de caza y animales
como corderos, cabritos y capones, así como pescado de río.
Las carretas tenían también su
lugar determinado para no estorbar y facilitar el acceso.
Por otra parte el comercio al
por mayor se realizaba en la
Alhóndiga , bajo la vigilancia de un alcalde de Alhóndiga, que
velaba por los intereses de la ciudad en todo lo relativo a pesos y al cobro de
tasas e impuestos por la actividad económica. La venta al por menor en ella,
estaba limitada a los ciudadanos durante las primeras veinticuatro horas desde
la llegada de las mercancías.
Aparte de la alhóndiga, el
abastecimiento directo a los vitorianos y vitorianas se realizaba por medio de
las “tiendas concejiles “, que eran
establecimientos que tenían una relación directa con el Ayuntamiento. Las
tiendas concejiles estaban regentadas por personas que se comprometían con el
Ayuntamiento en tener siempre abastecidas estas tiendas, en respetar el precio
estipulado por los regidores y garantizar que su mercancía estuviera en plenas
condiciones de salubridad para el consumo. Por este motivo a los que regentaban
estas tiendas se les llamaba” obligados “. Las tiendas se especializaban en
carnes, pescados, de la nieve, aceites, etc.; es decir procuraban cubrir los
alimentos básicos.
El Ayuntamiento podía adelantar
el dinero que cubriera la primera inversión fuerte para poner en marcha dichas
tiendas. Las cabezas de ganado vacuno destinadas a
proveer de carne a la ciudad,
eran compradas con antelación y se guardaban y alimentaban en la Dehesa de Olárizu en espera
de su sacrificio.
Los vitorianos a
finales del siglo XVIII llevaban su trigo a la alhóndiga municipal, para que se
pesara y enviara a los cuatro molinos dependientes del Concejo; el del Portal
de Arriaga, el del Molinatxo y los de San Cristóbal y San Ildefonso. Aparte de
la decena de panaderos y horneros que había en Vitoria, también hacían y
vendían pan en los hornos de las tabernas.
Obras públicas
Una de las muchas
iniciativas tomadas por la
Real Sociedad Bascongada fue la mejora de las comunicaciones,
haciendo que los caminos fueran practicables en todas las estaciones del año.
El primero en arreglar fue el Camino Real de Postas, de Miranda de Ebro a
Guipúzcoa, que tras pasar por Vitoria continuaba por Betoño, Durana y Landa
llegaba a Salinas de Léniz, ya en
Guipúzcoa.
En 1794 se
proyectó el camino de Vitoria a Bilbao por Altube, con planos de Justo Antonio
de Olaguíbel. A causa de la
Guerra de la
Independencia , no se concluyó hasta
1817.
En 1804 proyectó
Olaguíbel el camino desde Vitoria a Logroño para mejorar y agilizar el comercio
del vino de la Rioja. El
trazado elegido pasaba por el puerto de Herrera. Posteriormente se inicia el
camino a Navarra.
Otra obra pública importante a finales del siglo
XVIII fue la traída de aguas desde los montes de Vitoria, cerca de Berrosteguieta, a Vitoria, que contaba por aquellas fechas con
unos 7.000 habitantes. Se instaló en el centro de
Para saber más:
"Álava en sus manos" Varios Edit. Caja P. de Álava 1983
"De Túbal a Aitor" Iñaki Bazán (direct.) Edit. La esfera de los libros. 2002
"Historia civil de Álava" J.J. Landázuri Edit. Gran Encicl. Vasca 1973
"Vida de la Ciudad de Vitoria" Tomás Alfaro Fournier Edit Dip. foral de Álava. 1996
"Vida de la Ciudad de Vitoria" Tomás Alfaro Fournier Edit Dip. foral de Álava. 1996
"De la Hermandad a la Provincia (siglos XVI-XVIII) Rosario Porres en:
"Historia de Álava" A. Rivera (direct.) Edit. Nerea S.A. 2003
"Historia de Álava" A. Rivera (direct.) Edit. Nerea S.A. 2003
"Síntesis de la Historia del P.Vasco" Martín de Ugalde Edit. Elkar S.A. 1983
"Historia de Vitoria" P.Manzanos y J.M. Imízcoz Edit. Txertoa 1997
"Rincones con renombre" Elisabeth Ochoa de Eribe y Ricardo Garay Edit. Fundación Mejora 2012
"Rincones con renombre" Elisabeth Ochoa de Eribe y Ricardo Garay Edit. Fundación Mejora 2012
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