CAPÍTULO TREINTA
Primera Guerra Carlista – Vitoria liberal (1833 – 39)
Al morir Fernando VII, el 21 de
setiembre de 1833, la situación del país
se complicó. Acogiéndose a la Pragmática Sanción (ley sobre sucesiones al
trono), recientemente aprobada, fue nombrada reina la princesa Isabel, su hija.
La minoría de edad de ésta, contaba tres años, convirtió a su madre María
Cristina en regente.
La regente Mª Cristina
Inglaterra y Francia
reconocieron a Isabel, pero no lo hicieron así Rusia, Austria y Prusia, que aún
mantenían el espíritu de la
Santa Alianza.
Los realistas (carlistas),
aglutinados en torno al pretendiente Don Carlos Mª Isidro, hermano
de Fernando VII, no estuvieron de acuerdo con la decisión de que Isabel fuera
la sucesora, apoyándose para ello en la Ley Sálica instaurada por Felipe V, e inician una
guerra. El 3 de octubre de 1833 en Talavera de la Reina , se produce una
sublevación a favor de Carlos Mª Isidro. El teniente coronel Juan Felipe
Ibarrola proclamó rey a D. Carlos en Orduña. (La Ley Sálica excluía a
las mujeres del trono, en contra de la tradición de la corona, que lo permitía
desde el Código de las Partidas de Alfonso X
”El Sabio”)
Carlos Mª Isidro, D. Carlos
La contienda carlista se
extendió entre setiembre de 1833 y el otoño de 1839, culminando en ella los
enfrentamientos que arrastraban desde principios de siglo los partidarios del
Antiguo Régimen (carlistas o realistas) y el nuevo esquema liberal (isabelinos
o cristinos).
Las motivaciones de la guerra
fueron muy complejas; pero parece que fue más una reacción antiliberal y
antiburguesa, que carlista. El bando carlista personificó el tradicionalismo
religioso y foral, de tal manera que se opusieron a cualquier proyecto de
modernización política o social.
En el País Vasco fue una guerra
civil entre los comerciantes y clases ilustradas partidarios de eliminar las
aduanas interiores que gravaban las mercancías al pasar a Castilla, frente a
las masas rurales, la mayor parte del clero y las clases bajas urbanas
contrarias a ello, ya que se beneficiaban de los productos que llegaban del
exterior libres de impuestos.
Las tres capitales vascas se
declararon liberales; no hubo pues unanimidad en la postura de los vascos.
Sin embargo, el 7 de octubre de
1833, Valentín de Verástegui y Varona, carlista y perteneciente a una ilustre
familia alavesa, al frente de los Naturales Realistas Armados (nombre alavés de
los voluntarios realistas), unos 4.000 hombres, se hizo con el control de la provincia y del
Ayuntamiento de Vitoria, puso al frente de éste a Manuel José de Velasco. Era comandante de esta tropa Pedro Varona y Salazar.
El Diputado General, Iñigo Ortés de Velasco, al ser liberal, no quiso
participar en la trama.
Valentín era hijo de Prudencio Mª de Verástegui, el cual se pronunció a favor del absolutista "Manifiesto de los Persas", que iba en contra de la soberanía del pueblo para devolvérsela al rey, Fernando VII
Valentín era hijo de Prudencio Mª de Verástegui, el cual se pronunció a favor del absolutista "Manifiesto de los Persas", que iba en contra de la soberanía del pueblo para devolvérsela al rey, Fernando VII
Valentín de Verástegui mandó desde
Gardélegui el siguiente mensaje al Diputado General:
“Comandancia de naturales
armados de la Cuadrilla
de Vitoria. La decisión, tan declarada, que manifiesta todo el País por el
Serenísimo Señor Infante Don Carlos, cuyo derecho al trono de estos Reinos,
después del fallecimiento del Señor Don Fernando VII (que en gloria esté), es indisputable,
nos pone en el caso de proclamarle públicamente, a invitación del Señorío de
Vizcaya, y como lo ejecutarán sucesivamente en todas las provincias del Reino;
a este efecto, me ha parecido del caso hacer presente a V. S. hallarme resuelto a verificar tan solemne acto con una fuerza
respetable que tengo reunida en este punto, y aunque no espero resistencia de
parte de la tropa militar que ocupa esa
Ciudad, no obstante, deseo evitar el menor asomo de desgracia, consiguiente en
todo con las instrucciones que tengo de S.A.S., tan propias de su carácter
pacificador, me dirijo a V.S. a fin de que haga entender a ese señor Comandante
de armas que, al paso que será inútil y temeraria la menor oposición, desde
ahora para entonces le hago responsable
de un solo tiro que se dispare como de cualquier otra tentativa que pueda promover entre
nosotros la guerra civil, con el bien entendido
de que en el término de seis horas deberá manifestar su resolución, o de
unirse a nuestro movimiento, o de retirarse con toda su fuerza a otra
provincia.“
El Diputado General, Iñigo Ortés
de Velasco, al ser liberal, no quiso participar en la trama y la orden fue acatada sin discusión. El
Comandante de las fuerzas establecidas en Vitoria, don Ignacio de Villarana, al
ver que no tenía ningún apoyo oficial, optó por abandonar la ciudad a los
rebeldes, y se retiró en dirección a Guipúzcoa sin ofrecer resistencia. La exigua
fuerza de que disponía consistía en 100 hombres del regimiento de San
Fernando y una docena de carabineros.
Entonces
Verástegui entró en Vitoria, y
tras dejar a sus tropas acampadas en la Plaza Nueva ,
subió a la Casa
Consistorial donde
proclamó a Carlos V.
Parece ser que durante la ocupación de Vitoria por las fuerzas realistas, éstas causaron altercados y abusos, deteniendo y maltratando a numerosas personas, invadiendo para ello la tertulia de Sarasúa y los cafés dela
Paz y de la viuda de Echavarría, donde se reunían los
liberales. Además exigieron fuertes sumas de dinero para la “causa carlista”.
Parece ser que durante la ocupación de Vitoria por las fuerzas realistas, éstas causaron altercados y abusos, deteniendo y maltratando a numerosas personas, invadiendo para ello la tertulia de Sarasúa y los cafés de
Mes y medio después acabaron estos desmanes
con la entrada en Vitoria al frente de sus tropas, del general en Jefe del
Ejército Liberal D. Pedro Sarsfield, reponiendo en su cargo al depuesto alcalde
D. Francisco Javier de Urbina, marqués de Aravaca, con lo que Vitoria volvió a
ser controlada por los liberales. Antes de tomar Vitoria Sarsfield derrotó en el alto de Herrera, a las huestes
de Verástegui, el cual huyó a las montañas, dejando en el campo de batalla
numerosos muertos y armamento. La mayor
parte de la provincia de Álava continuaría en manos carlistas por unos años.
El cerco a Vitoria fue constante
por parte de los carlistas durante estos años, con lo que la tensión en la
ciudad fue evidente. Ante el temor a un ataque de las fuerzas carlistas,
Vitoria fortificó sus defensas y se creó con personas fieles a la causa
liberal, un batallón de Voluntarios de la Milicia Nacional ,
formado por tres compañías de fusileros, una de cazadores y otra de granaderos.
Al mando del batallón estuvo inicialmente Juan José de Ugarte y desde 1838
Francisco de Paula Morales. De todos modos la fuerza militar con la que contó
Vitoria no era importante, ya que las tropas regulares que formaban la
guarnición de la ciudad, eran 590 infantes y 160 de caballería, mientras que
los milicianos sólo sumaban unos 350 hombres. Por otro lado,
las antiguas murallas se encontraban en muy
mal estado de conservación, medio derruidas. Las puertas de acceso de la ciudad
fueron
protegidas por grupos de jóvenes voluntarios, llamados " peseteros ",
ataviados con boinas y armados con fusiles provistos de bayonetas. A las
dificultades de aprovisionamiento de
alimentos por circunstancias de la guerra, hay que añadir una epidemia de cólera morbo que agravó la situación.
Zumalacárregui intenta conquistar Vitoria
En estas circunstancias, el 15 de marzo de 1834, el general carlista
Tomás de Zumalacárregui, con la colaboración de Bruno Villarreal, militar
alavés nacido en Larrea (1801-1861) intentó, por sorpresa, apoderarse de
Vitoria al frente de 3.500 hombres de infantería
y 200 a caballo.
Una avanzada de las fuerzas carlistas penetró en la ciudad por la Florida , hasta el convento de San Antonio, y por el portal del Rey, hasta la
cuesta del Teatro, (actual cuesta de San Francisco).
Este avance fue rechazado por las milicias urbanas de la ciudad, sin
embargo, los carlistas lograron forzar la entrada de la calle Herrería y
ocuparon dos o tres casas, parapetándose en ellas. Las cosas no fueron a más, porque la llegada de noticias informando que
las tropas de refuerzo cristinas del general
Espartero, avanzaban desde Miranda y estaban a pocos kilómetros, hizo que Zumalacárregui y sus tropas abandonaran el cerco
a Vitoria.
Las tropas liberales que defendían la ciudad, hicieron prisioneros y
fusilaron por orden del General Osma, defensor de Vitoria, al capitán Retana y a otros dos
oficiales carlistas. Zumalacárregui, como represalia por la muerte de
estos oficiales, mandó fusilar en Heredia de
entre los prisioneros que habían hecho en la ciudad, a todos los que eran
voluntarios cristinos, los "peseteros", 119 en total. Sin embargo los soldados de las tropas regulares
fueron liberados, tras ser despojados de sus armas y uniformes.
Uniformes carlistas
La consecuencia inmediata del cerco fue el radicalismo pro-liberal que
adoptaron los vitorianos, expulsando de la ciudad, el 17 de abril de 1834 y por
orden del General Quesada a Dominicos
(35) y Franciscanos (57) con el
fin de utilizar los edificios como cuarteles.
Además esta
radicalización llevó a enfrentamientos entre liberales, progresistas unos y moderados otros. Así el 17 de agosto de 1837 un
grupo de soldados y ciudadanos se sublevó en Vitoria, comenzando una
persecución contra los llamados" liberales tibios". La autoridad civil y militar no pudo cortar a tiempo
esta indisciplina y acabó por correr la sangre.
Fueron asesinados entre otros el
Gobernador Militar Liborio González, el diputado foral Diego López Cano,
el ayudante del Gobernador Blas Royo, el Teniente Coronel
Ramón López, el Capitán Felipe
Fernández, el abogado José Aldama, responsable del Boletín Oficial de la Provincia y el Comisario por Tierras Esparsas Manuel de
Arandia. También fueron contra Blas López y el diputado Manuel Antonio Loma, pero éstos pudieron escapar a tiempo. El marqués de la Alameda, Iñigo Ortés de Velasco, incluido en la lista de buscados, se libró porque estaba exiliado en Bayona. Repuesto el orden, los autores
de estos desmanes quedaron inexplicablemente impunes.
Durante el
resto de la guerra Vitoria vivió siempre bajo la amenaza de un nuevo ataque carlista, cosa que no ocurrió.
Tras la
liberación de Bilbao, cercada por los carlistas, con la batalla de Luchana el
24 de diciembre de 1836, su liberador,
el General Espartero acudió a Vitoria
donde fue recibido triunfalmente con repique de campanas, estruendo
de cohetes, etc. Recibiría más
tarde el título de “Padre de la Provincia ”. Para celebrar el triunfo se cambió a la plaza de Oriente su nombre por el
de plaza de Bilbao. Actualmente Plaza de los Celedones de oro.
Con la
caída de Villarreal, la paz llegó el
último día de agosto de 1839, en el llamado "Abrazo
de Vergara", donde los generales
Maroto - carlista y Espartero -
liberal, acordaron una paz honrosa
para ambos lados.
"El abrazo de Vergara"
El general Espartero
General Maroto
Tras este
acuerdo se restablecieron las Juntas Generales y las Diputaciones Forales.
Con motivo de la primera Guerra Carlista, Vitoria acogió por unos años
a la Universidad
de Oñate, que tuvo su actividad en la casa del Marqués de Legarda en la
tercera vecindad de la calle Zapatería.
Al mismo
tiempo la ciudad perdió la antigua
iglesia de San Ildefonso que se derribó,
su piedra se utilizó para obras
de fortificaciones defensivas.
Un hecho que se puede
considerar como una anécdota de cierta relevancia fueron los hechos sucedidos en Vitoria en 1835 a un
destacamento de tropas inglesas desplazadas a España con el fin de apoyar
a las fuerzas liberales. Durante el invierno de ese año las tropas inglesas sufrieron las peores calamidades
de su estancia en España. Aparte de lo crudo
de ese invierno, para el que por lo visto no tenían la ropa de campaña
adecuada, los oficiales y la tropa no
cobraban su soldada y la intendencia prácticamente no existía, por lo que algunos tuvieron que vender los
uniformes para poder comer. El gobierno de Madrid no cumplía sus compromisos de avituallar y pagar a estas tropas
británicas. Para colmo de males los
soldados británicos empezaron a enfermar unos tras de otros, estando los hospitales repletos hasta tal punto que
el médico de las tropas británicas, doctor R. Alcock, decidió hacer una inspección
a fondo y en ella descubrió que el panadero
vitoriano, José Elósegui, estaba envenenando, desde hacía semanas, el poco pan que se administraba a los soldados. El veneno
empleado era una mezcla de temulina,
ácido oxálico y albayalde. Durante
los veintitrés meses de servicio de estas tropas murieron en el frente 523; mientras que en los hospitales, por heridas y
enfermedad lo hicieron 1.588, de los que
816 murieron entre enero y
abril de 1836. Esto da cuenta del alcance de la
"maniobra"
del panadero. El 28 de marzo fueron ejecutados Elósegui y su ayudante. Existen dudas de que Elósegui estuviera envenenando conscientemente a los británicos, o que el trigo con el que elaboraba el pan estaba en malas condiciones. Lo que Elósegi sí era, un facilitador de deserciones que se estaban produciendo entre los británicos.
María Cristina, la Reina Gobernadora ,
como muestra de agradecimiento al comportamiento de la ciudad de Vitoria ante
el asedio carlista, concedió la merced de que en el escudo de armas de Vitoria
se colocaran las insignias de Isabel II, y dispuso que todos los heridos y
distinguidos en los hechos fueran condecorados con la cruz de Isabel II y se
señalara una pensión a las familias de los fallecidos en la contienda y a las
de los fusilados en Heredia.
La insurrección de Montes de
Oca
Durante la regencia del
general Espartero, duque de la
Victoria , el cuatro de octubre de 1841,
el ex ministro de Marina y Comercio, Manuel Montes de Oca, apoyado por el Comandante General de la Plaza Gregorio
Piquero, sublevó la guarnición de Vitoria contra el liberalismo progresista representado por Espartero. Otros apoyos fueron los del Diputado
General Iñigo Ortés de Velasco (Marqués de la
Alameda ), de Pedro de Egaña, el Comisario regio Manuel de Ciórroga y el jurista Laureano Arrieta Bárcena. Montes de Oca solicitaba la devolución de la
regencia a la reina Mª Cristina mientras durara la
minoría de edad de la infanta Isabel. Para ello se intentó unir en una sola causa a liberales moderados y carlistas.
Ese cuatro de octubre
el Coronel Rijo, con su regimiento de
caballería y Joaquín Leiva, Comandante
del Cuerpo de Miñones, con sus 260 hombres movilizados por orden del Diputado
General Iñigo Ortés de Velasco, Marqués
de la Alameda ,
ocuparon las calles y plazas ante el asombro e indiferencia de la mayoría de
vitorianos. Posteriormente, en la Plaza Nueva , María Cristina de Borbón fue proclamada
Regente en lugar de Espartero.
Otros levantamientos en
esta misma línea se produjeron en las ciudades de
Zaragoza, Pamplona, Bilbao, Vergara, Orduña, Portugalete...
La insurrección fracasó
pronto debido a que el intento de tomar el Palacio Real de Madrid y secuestrar
a las infantas Isabel y Mª Luisa Fernanda, con el fin de traerlas a Vitoria
resultó fallido, siendo rechazados en la escalera del
palacio por los alabarderos, al mando de Domingo Dulce.
Este intento lo protagonizó el General Diego de León, que
tras su fracaso fue fusilado.
Montes
de Oca fue apoyado abiertamente en el País Vasco, hasta ser derrotado por las
tropas de Espartero, dirigidas por los generales Rodil y Aleson. Al ver el fracaso de su intentona y que
su valedora Mª Cristina renegaba de él huyó de Vitoria con Piquero, el Marqués de la
Alameda , Pedro de Egaña, Ciórroga, y el Coronel Juan Donoso. Iban en vanguardia unos cien miñones, con su
Comandante Joaquín Leiva. Cubrieron la
retaguardia los carabineros del Resguardo y el Regimiento de Órdenes, primero
de Ligeros. Salieron por el Portal del Rey
camino de Guipúzcoa amparados por la noche.
Los soldados al l legar
a Ullívarri Gamboa abandonaron la comitiva. Ante esta situación decidieron dividirse, los
mandos militares, es decir Piquero y sus oficiales, marcharon hacia la
costa unos y hacia Pamplona otros y los
civiles siguieron la marcha hacia
Arlabán. Como ya sólo les servían de estorbo decidieron licenciar al grueso de
la tropa de miñones, quedándose solo con ocho como toda protección.
Estando en Vergara, los ocho miñones apresaron a Montes de Oca
con el fin de entregarlo a las tropas de Espartero y cobrar
la recompensa que ofrecía el General
Zurbano por ello, consistente en
unos 10.000 duros. Fue traído a
hurtadillas, pasando por Legazpia,
Aranzazu, Sierra de Elguea y Vitoria.
Fue encerrado en el convento de San Francisco. Juzgado sumariamente, fue
fusilado el día veinte de octubre, a la una de la tarde, en el vitoriano Parque de la Florida , frente a la estatua de Ataulfo y de
espaldas a la tapia de la huerta de Santa
Clara. Se cuenta que quiso dar las órdenes reglamentarias al pelotón de
ejecución. En cuanto a los ocho miñones
parece ser que cobraron la recompensa, pero fueron expulsados del Cuerpo
de Miñones, ya que su acto supuso una deshonra para el resto de componentes del
mismo. Al ser despreciados por sus
vecinos abandonaron Vitoria.
Al Marqués de la Alameda , por haber
colaborado con la insurrección, le impusieron una multa de 300.000 reales y 190.000 a cada uno de
los señores Egaña, Ciórroga y Arrieta. Asimismo
al Ayuntamiento y a la
Diputación les costó
este asunto más de medio millón de reales.
Como resultas de este
conflicto el régimen foral fue fuertemente afectado. Por decreto firmado por Espartero, de 29 de octubre de 1841, reaparece la figura
del Jefe Superior Político, la seguridad pública
quedaba sometida exclusivamente a ellos, y bajo su inspección a los
Alcaldes. La ley electoral y de
funcionamiento de los ayuntamientos afectó a las tres provincias vascas, se organizarían
con arreglo a las leyes y disposiciones generales de la Monarquía , es decir
que la organización jurídica sería la
misma que en el resto del Estado; las Diputaciones
serían Provinciales, no Forales; se mantuvo la abolición del "pase foral " (se acata pero no se cumple) y las aduanas interiores
de Orduña, Valmaseda y Vitoria desaparecieron,
pasando a la frontera con Francia (Irún)
Tres puntos quedaron inalterados dentro de la
foralidad vasca: los derechos civiles, las peculiaridades fiscales y los privilegios
militares.
Posteriormente,
Pedro de Egaña, liberal moderado, cuando era ministro de Justicia, por
decreto de fecha 4 de julio de 1844,
consiguió de su amigo el General Narváez,
la adaptación de las
instituciones provinciales del País Vasco a la Constitución Española. Es decir quedaban restablecidos los Fueros
sin perjuicio de la unidad constitucional de la
Monarquía. Las Diputaciones
y los Ayuntamientos volvían a la situación anterior, aunque con
restricciones. Las aduanas sin embargo se mantenían en la frontera.
El cuerpo de Montes de Oca, enterrado en el
cementerio vitoriano de Santa Isabel,
fue exhumado el veinticinco de agosto de 1844 con el fin de trasladarlo a un
cementerio de Madrid.
El acto se
realizó con todos los honores correspondientes a su cargo.
"Historia de Álava" Antonio Rivera y otros. Edit. NEREA 2003
"Los Carlistas 1800 - 1876" Carmen Gómez y otros Edit. Fund. Sancho El Sabio 1991
"Profetas del pasado" Las derechas en Álava. Antonio Rivera y Santiago de Pablo Edit
IKUSAGER EDIC. SA 2014
Para saber más:
"Álava en sus manos" Varios Edit. Caja P. de Álava 1983
"De Túbal a Aitor" Iñaki Bazán (direct.) Edit. La esfera de los libros. 2002
"Vida de la Ciudad de Vitoria" Tomás Alfaro Fournier Edit Dip. foral de Álava. 1996
"Síntesis de la Historia del P. Vasco" Martín de Ugalde Edit. Elkar S.A. 1983
"Historia de Vitoria" P.Manzanos y J.M. Imízcoz Edit. Txertoa 1997
"Rincones con renombre" Elisabeth Ochoa de Eribe y Ricardo Garay Edit. Fundación Mejora 2012
"La Batalla de Vitoria - 1813" Emilio Larreina Edita Almena Ediciones 2009"Historia de Álava" Antonio Rivera y otros. Edit. NEREA 2003
"Los Carlistas 1800 - 1876" Carmen Gómez y otros Edit. Fund. Sancho El Sabio 1991
"Profetas del pasado" Las derechas en Álava. Antonio Rivera y Santiago de Pablo Edit
IKUSAGER EDIC. SA 2014
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